-
Espectáculo del festival circense Circada en la Alameda de Hércules. / El Correo
No es que hubiera mal rollo ayer en el Casino de la Exposición –no lo había, la verdad sea dicha, o al menos no se dejaba ver–, pero el sector cultureta sevillano sigue esperando que aparezca Míster Marshall con el maletín, y este sigue haciéndose el remolón cuando el mandato de Espadas se acerca a su ecuador. Pero no es solo una cuestión de dinero, sino básicamente un problema de concepto: qué quiere hacer el Ayuntamiento con la cultura, y de qué tipo de cultura quiere que Sevilla sea referente o, al menos, digna participante. Es cierto que este año, con el grueso de los festejos de Murillo en lontananza para finales de año y el que viene, la municipalidad ha obrado el prodigio de mantener un nivel de ayudas similar en cuantías al del año pasado, aparte la cesión de espacios y la difusión masiva. Lo que ya sería discutible es el reparto. Y ahí, en el reparto, sí que se toma partido.
Uno de los organizadores de estos acontecimientos presentados ayer comentaba en el Casino de la Exposición con cierto disgusto que el Ayuntamiento «ha optado por el show», por todo lo que pueda hacerse en la calle y atraiga a mucha gente aunque sea al precio de seguir relegando lo minoritario al disfrute de las minorías. La dichosa trasversalidad tiene mucho que ver: no es solo cultura, sino también turismo, y un poco de urbanismo, y un mucho de barrios, y juventud, y fiestas. En el fondo, lo reconocía el propio concejal Antonio Muñoz cuando invitaba ayer a disfrutar de todo esto «sin complejos» e invocaba las peculiaridades del clima hispalense para hacer cosas en la calle. Dijo también que Circada consolidará a Sevilla como capital andaluza del circo. Cuestión de prioridades.