La Carbonería empaquetada

En el emblemático espacio de Levíes 18 se recogieron ayer los enseres y se vivió una última noche de cultura. El futuro seguirá desde ahora en la calle Céspedes

21 jul 2016 / 21:14 h - Actualizado: 21 jul 2016 / 22:28 h.
"Flamenco","Patrimonio"
  • Tras varias décadas de actividad diaria, el espacio que fundó Paco Lira, La Carbonería, cerró ayer forzosamente sus puertas. / José Luis Montero
    Tras varias décadas de actividad diaria, el espacio que fundó Paco Lira, La Carbonería, cerró ayer forzosamente sus puertas. / José Luis Montero
  • El mítico espacio de la calle Levíes 18 vivió ayer sus últimas horas debido a la orden judicial que obliga a sus responsables a abandonar el local. / José Luis Montero
    El mítico espacio de la calle Levíes 18 vivió ayer sus últimas horas debido a la orden judicial que obliga a sus responsables a abandonar el local. / José Luis Montero
  • La Carbonería empaquetada

Ante la fachada de La Carbonería, un vecino confesaba ayer, a media mañana, que le daban ganas de escribir en la pared encalada un lema: «Más bancos y menos guitarras». «¿De eso va la cosa, no?», decía lamentándose. «El barrio cada vez tiene menos personalidad, esto está lleno de apartamentos para turistas y aquí por lo visto van a poner un hotel con encanto. Otro», concluía. Su sentir es rotundamente mayoritario en la Judería.

Pero, ni la movilización social, ni la digital –con más de 5.000 firmas recogidas para evitar el cierre–, tampoco la declaración como Bien de Interés Cultural (BIC), impulsada por las instituciones públicas, han remediado lo que nadie quería ver como inevitable. Por orden del Juzgado nº9 de Sevilla, ayer la familia de Paco Lira –responsables del espacio– debían abandonar el histórico local del número 18 de la calle Levíes. Ya no cabía más resistencia, porque lo siguiente hubiera sido amotinarse. Y las gentes de la Cultura son, de natural, pacíficas.

De puertas adentro, en La Carbonería se vivió ayer una jornada intensamente luctuosa. La emblemática chimenea que presidió durante décadas esta taberna flamenca, sonora y literaria había desaparecido por completo. También se había desgajado de la pared un inmenso cartel del festival jondo de Mont-de-Marsan. Sillas, mesas, libros, todo el atrezzo fue siendo parsimosionamente borrado. En unas cajas se apilaban muchas noticias enmarcadas que glosaron momentos históricos de este escenario, como una información publicada en El Correo, en 1987, y titulada: «La Carbonería, refugio de ‘progres’ e intelectuales».

Sin que mediara convocatoria alguna, como suceden a menudo las mejores cosas, anoche algunos fieles de la taberna se citaron un tanto espontáneamente para escribir el punto y seguido, porque su responsable, Pisco Lira, quiere seguir. Y seguirá. Él y los suyos. Aunque todos concluyen que será otra cosa. «Estamos convencidos de que continuaremos desde el jardín contiguo a la vieja taberna porque ese espacio sí es nuestro, y esperamos que de ahí no nos puedan lanzar», afirmaba hace unos días a este periódico Lira. «En realidad nos echan de la parte menor, pero para nosotros es el corazón de La Carbonería. No sabemos en qué medida seremos capaces de trasladar ese corazón a su jardín», añadió.

El responsable del local asegura que la demanda del duque de Segorbe –propietario del inmueble– «no se ha hecho por impago de rentas», sino que «ha querido rescindir con la única intención de hacer daño y administrar la muerte de La Carbonería», dice. Ahora toca reinventar el lugar. Su futura entrada al referido jardín pasará a estar en la calle Céspedes. «Empezaremos a entrar por allí, retomaremos la vida y veremos qué puede hacerse».