Domingo de pandilla y Betis

Los bares registraron un ambiente sensacional en la previa de un encuentro desquiciador para los analistas y estimulante para los béticos que, entre tostadas de ‘manteca colorá’ y churros, jaleaban a una tropa apta para la guerra fría.

01 oct 2017 / 16:44 h - Actualizado: 01 oct 2017 / 16:54 h.
"Lorenzo Serra Ferrer","Quique Setién"
  • Fabián y Tello felicitan a Sergio León después de anotar el 3-4. / Efe
    Fabián y Tello felicitan a Sergio León después de anotar el 3-4. / Efe

Entre La Salle y Cisneo Alto, en el corazón de uno de los barrios obreros de Sevilla, aparece la fachada de un bareto con un escudo del Real Betis Balompié y una decoración fiel al estilo de sus abnegados correligionarios. Es una de las cientos de peñas del cuadro de Heliópolis que alteran el ritmo de la ciudad cuando el RBB ejerce de visitante a cientos de kilómetros del Benito Villamarín.

Domingo de pandilla y Betis. Sin hashtag ni anestesia. Sentimiento heredado y en vena. Cuando los trasnochadores combatían el cansancio y la fatiga con un café y una tostada de manteca colorá, Valentín, el eterno quiosquero de Los Carteros, rugía con las alineaciones. Quique Setién y sus hombres han contagiado su fe y esperanza a su gente, una fiel clientela que ha clamado venganza después de tantas decepciones acumuladas en el cuaderno de aventuras. La colección de sensaciones de Anoeta, con la agonía final como mejor acotación, concede crédito al modelo del cántabro.

Sin apenas taxis en la ciudad –quizás por ser domingo o porque coincidió el cafelito de rigor con el inicio del encuentro– y con cascos por doquier en las solapas de los viandantes, algunos hasta con la camiseta del escudo de las trece barras, el referéndum de Cataluña fue pecata minuta durante 90 minutos. 90 minutos de pandilla, amigos y Betis. Es la magia del fútbol en la franja matinal. Como en los cientos de terrenos de albero en los que miles de anónimos tratan de enterrar las penurias con sonrisas y goles.

El nuevo proyecto es creíble. Creíble y reconocible. Como la pareja que integran Lorenzo Serra Ferrer y Quique Setién. Una dualidad que ha logrado ocultar las miserias de un proyecto institucional que durante un tiempo ignoró la relevancia del éxito deportivo. Y el nuevo Betis, el de Sanabria y Sergio León, divierte y convence. Agrada y engancha. Al menos a su gente, aquella que durante años coleccionó fracasos y tardes de rata y cloaca. Con el sol como testigo en los bares de Sevilla y la plomiza lluvia de San Sebastián como decorado en el plató de rodaje. Un plató con nuevas estrellas.