Motivos para la ilusión

La claridad de ideas de Serra Ferrer y el mayor caché de los fichajes relanzan el optimismo en el Betis

03 sep 2017 / 21:57 h - Actualizado: 03 sep 2017 / 22:16 h.
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  • Lorenzo Serra Ferrer, responsable del área deportiva, Quique Setién, entrenador del primer equipo, y Ángel Haro, presidente del Betis, estrechan sus manos. / Raúl Caro (Efe)
    Lorenzo Serra Ferrer, responsable del área deportiva, Quique Setién, entrenador del primer equipo, y Ángel Haro, presidente del Betis, estrechan sus manos. / Raúl Caro (Efe)

Cuando la directiva, el cuerpo técnico y la plantilla del Real Betis acudan el próximo jueves a la Capilla de los Marineros, en Triana, para realizar la tradicional y religiosa ofrenda floral, tanto en silencio como en voz alta la petición a realizar será la misma en todos los presentes: que todo salga como piensan que puede y debe salir. Y es que el Betis ha diseñado un plan este verano que ha alcanzado un punto más de aprobación e ilusión que en los precedentes. Es cierto que en el pasado muchos pecaron a veces de lanzar campanas al vuelo que cayeron a plomo después, pero de cara al ejercicio 2017-18 las cosas pintan de verde esperanza por Heliópolis, donde además han visto cómo de los dos primeros partidos se ha salido más o menos indemne: resultado mejorado, respecto al ejercicio anterior, en el Camp Nou y victoria sólida frente al Celta en el debut en casa.

El acorralamiento popular a Ángel Haro y José Miguel López Catalán –los dos mandamases en el Betis– tras dos fracasos sin paliativos de forma consecutiva y otros cuantos en el debe de quienes los rodeaban y siguen rodeando, provocó un volantazo sonoro en el proyecto: la vuelta de Lorenzo Serra Ferrer. El regreso del mejor entrenador en la historia del Betis, esta vez en los despachos, fue efectiva en dos de los tres objetivos marcados: contentar a la afición –los rectores eran reticentes a recurrir al mallorquín– y provocar la huida de Miguel Torrecilla, anterior director deportivo. El tercer y más importante objetivo es el de hacer un equipo competitivo, que sólo los resultados dirán si lo ha logrado. Difícil asegurarlo en septiembre sin pecar de excesivo optimismo.

Por lo pronto, la revolución en la plantilla es un hecho, al contrario de lo que se pregonaba por los cauces oficiales y oficiosos. Eso, a todas luces necesario, ha venido seguido de nombres aparentemente ilusionantes y adecuados para lo que quiere Quique Setién, el entrenador seleccionado para el cambio de rumbo. He aquí una de las bases de la esperanza: salga como salga, el Betis tendrá un estilo, un patrón de juego identificable después de varias temporadas. Prácticamente antes de que el balón echara a rodar, el beticismo dio su beneplácito a las ideas del entrenador cántabro y a las reformas lideradas por Serra Ferrer quien, además, ha limpiado la mayoría de restos que quedaban de Eduardo Macià y Torrecilla, las cabezas cortadas por las decepcionantes temporadas anteriores.

Existe un consenso general en dar una vida extra a Haro y Catalán, cuya última bala, Serra, parece saber perfectamente cómo manejar los tiempos y, lo más importante, cómo dirigir la nave del Betis hacia el crecimiento deportivo. He aquí otra novedad: no hay un objetivo publicitado. La intención no es otra que la de evitar marcar un listón que pueda dar pie a no dar el aprobado al final de la temporada. Una falta de valentía comprensible pero que no exime de fijar una meta de puertas hacia adentro. Por posibilidades económicas, el Betis debería manejarse en la primera mitad de la clasificación, y más concretamente al acecho de los puestos europeos. No hay urgencia por intentar pisar suelo europeo, pero sí por dar ese pequeño salto cualitativo de ni siquiera tener que estar pendientes de la puntuación de los tres últimos clasificados, lo habitual, desgraciadamente.

Las debilidades de este Betis parecen claras. En el ambiente, trasladar demasiada presión, querer acortar gran parte de la distancia con los equipos importantes en un solo año, algo que tendría lógica para los dirigentes pero no para Setién, Serra y la mayoría de jugadores. En el césped, la arriesgada idea del entrenador, que puede verse afectada por el adiós –¿hasta luego?– de Rubén Castro y por la aparente debilidad en defensa, donde se espera que Adán, el gran baluarte defensivo, siga en forma. Las bazas del Betis también son evidentes: ilusión en el nuevo proyecto, ideas claras en el despacho de Serra –ha españolizado y acortado el plantel– y calma accionarial. Decrecen las excusas y crecen la ilusión, el hambre y las expectativas: a un club tan cíclico como el Betis le toca ya un año de calma y disfrute en la Primera.