Pues sí que está loco de la cabeza...

El Betis hizo muchas cosas bien y muchas cosas mal en Mestalla, pero la autocrítica se practica mejor con calma

11 sep 2016 / 19:41 h - Actualizado: 11 sep 2016 / 22:02 h.
"Real Betis","Rubén Castro","Piccini","Durmisi","Darko Brasanac"
  • Los jugadores del Betis abrazan a Rubén tras el gol del triunfo. / Efe
    Los jugadores del Betis abrazan a Rubén tras el gol del triunfo. / Efe

El Betis ganó en Mestalla, que ya era hora, y lo suyo sería que los responsables del asunto verdiblanco reflexionasen desde la tranquilidad, la satisfacción y la autocrítica sobre las muchas cosas buenas y las muchas cosas malas que hizo su equipo en un campo maldito. Si algún científico trazase una teoría que les ayudase a explicar desde un punto de vista racional y lógico por qué el Betis es como es, mejor. Si un psicólogo sentase en el diván a los futbolistas y descubriese el porqué de ese miedo a ganar que casi les hizo perder, también mejor. Si los cardiólogos dejasen de patrocinar los partidos del Betis para captar pacientes, nadie les diría que no. Y si alguien, quien sea, promete a los béticos que la temporada se parecerá mucho más a los 70 primeros minutos de ayer que a los 20 siguientes o los 60 últimos del Camp Nou, se le pone un altar, se le organiza una procesión y punto. Cantan los hinchas que dicen de ellos que son unos locos de la cabeza. Su equipo, desde luego, lo está. Cualquier parecido entre lo ocurrido en Mestalla y la cordura es pura casualidad.

Si hay un equipo capaz de gestionar sus crisis peor que el Betis, que ya es difícil, ese es el Valencia. Pero si hay un equipo capaz de perder, o casi, un encuentro con dos goles de ventaja y un hombre más a 20 minutos del final, ese es el Betis. ¿Cómo es posible que un grupo que se comporta con tanta seriedad, tanto orden y tanta eficacia se transfigure por completo en un santiamén y se convierta en pura nerviosera, puro desorden y pura ineptitud? Es como si un peso pesado se transforma en un peso pluma de un asalto a otro, empieza a recibir golpes de un rival manco... y en el último segundo se rehace y gana el combate con un puñetazo postrero. De locos.

El caso es que el Betis ganó, que era lo lógico si el partido hubiese durado 70 minutos pero resultó incomprensible después de ver los 20 últimos. La razón fundamental es tan conocida que ha alcanzado la categoría de tópico bético: Adán y Rubén Castro son dos auténticos tesoros. Si el desarrollo del choque hubiese sido otro, el espíritu de esta contracrónica habría sido distinto y habría hablado de que la mejor noticia fue la incorporación de más nombres a esa minúscula lista de jugadores franquicia, por ejemplo Durmisi o Brasanac. Las decisivas paradas del guardameta y la eterna e inacabable puntería del delantero aplazan esa conclusión, prometedora por otra parte.

Hubo más hechos extraños. ¿Cómo es posible que Durmisi jugase a un nivel impresionante pero validase el 1-2 con un error de posición? ¿Cómo es posible que Piccini perpetrase un espanto de partido pero al final resultase clave en la última jugada? ¿Cómo es posible que Brasanac, otrora criticado por desconocido, fuese capitán general en su debut como bético? Y el más raro e incomprensible de todos: ¿cómo es posible que Rubén Castro no haya sido llamado jamás de los jamases por la selección española? Señores Del Bosque y Lopetegui, eso sí que es estar loco de la cabeza...