El verbo a conjugar por el Sevilla es remontar. Esta semana ha tenido dos partidos ante rivales de postín en los que se ha resumido lo que deberá hacer en la Liga si quiere materializar el importantísimo objetivo marcado: quedar entre los cuatro primeros clasificados. Estar en la próxima edición de la Liga de Campeones es básico en el proyecto sevillista y el panorama es complicado este año, con un Valencia que ha empezado lanzado y los siempre fiables Villarreal y, sobre todo, Atlético de Madrid. Remontó (para empatar) a sus propios errores frente al Liverpool y remontó (para ganar) en Villarreal, sobreponiéndose igualmente a unos desajustes poco compatibles con las alturas.
Estos dos resultados ofrecen en bandeja una pista de despegue inmejorable para el Sevilla. Concretamente el 2-3 en casa del Villarreal ofrece una vida extra para los de Berizzo en la Liga, ya que de haber finalizado el partido en derrota el panorama Champions se presentaría harto complicado. Una oportunidad que, sin progresión en juego, al Sevilla le costará aprovechar. Pese al más que buen ritmo de puntos (sólo dos menos que a estas alturas en la pasada Liga, que acabó con una de las puntuaciones más altas de la historia), el Sevilla sigue empecinado en mostrar dos caras. Una en su zona de confort, el Sánchez-Pizjuán, y otra de equipo cogido por alfileres fuera de casa, donde se diluye a poco que apriete el rival de turno, sin controlar nunca los partidos (sirva de ejemplo los minutos finales ayer con un hombre más).
Porque hay una cosa muy clara. El fútbol profesional va de resultados por encima de cualquier cosa, pero el análisis debe agarrarse a otro tipo de intangibles. Y en este sentido, el Sevilla sigue dando muestras de debilidad. También de equipo importante, es obvio. Pero con desajustes defensivos como los que provocaban ciertos marcajes individuales por las bandas, muestras de poco compromiso táctico sin balón de algunos futbolistas, en especial un Correa empecinado en no aprovechar sus excelentes cualidades técnicas y físicas, y la poca mordiente en ataque. Y eso es indiscutible pese a haber firmado seis goles en los dos últimos partidos. El delantero del Sevilla fuera de casa sufre más que se divierte. Ayer fue el turno de Muriel, que no es un delantero top como para sobreponerse a ese impedimento táctico general. Visto el diseño de este Sevilla, a ver cómo se compatibiliza la aparente necesidad de darle al colombiano cinco partidos seguidos y no cortar, como así ha pasado ya varias veces, las rachas goleadoras de Ben Yedder. Es una de esas máximas no escritas: si tu delantero viene de hacer goles, no lo quites.
El caso es que se le presentan dos posibles escenarios. El más optimista habla de llegar a Navidad sin perder más comba con Valencia y Atlético, fichar en enero y crecer lo suficiente como quitarle la plaza a uno de ellos. El pesimista sería que este Sevilla tan dubitativo acabe derrumbándose, no fichando o haciéndolo mal en enero y sufriendo para amarrar una plaza de Europa League en la Liga, viendo pasar, además, su temporada europea sin pena ni gloria. Con victorias así, desde luego, es obligatorio pensar en el primero de esos escenarios, pero tiene que despegar de una vez.