De joven, agricultor

Más de 170 sevillanos crearán empresas dedicadas a la actividad agraria y ganadera con las ayudas de la Junta para impulsar el relevo generacional

28 ene 2018 / 21:26 h - Actualizado: 29 ene 2018 / 08:56 h.
"Agricultura","El campo y su agroindustria"
  • De arriba a abajo, Susana Ramos, Rafael Aguilar y Guillermo Robles. / El Correo
    De arriba a abajo, Susana Ramos, Rafael Aguilar y Guillermo Robles. / El Correo
  • Susana Ramos. / El Correo
    Susana Ramos. / El Correo
  • Rafael Aguilar. / El Correo
    Rafael Aguilar. / El Correo
  • Guillermo Robles posa con el rebaño que cuida en Lebrija. / El Correo
    Guillermo Robles posa con el rebaño que cuida en Lebrija. / El Correo

En qué manos caerá la herencia del campo andaluz es uno de los principales problemas del sector. A pesar de que la agricultura es una de las actividades que mejor ha sabido aprovechar las bonanzas de las nuevas tecnologías, la edad media de los propietarios de las explotaciones sigue siendo elevada y no se está dando el deseado relevo generacional, tan aclamado por las organizaciones agrarias.

Con la intención de paliar el problema, la Junta de Andalucía ha otorgado ayudas por valor de 11,2 millones de euros para que 173 jóvenes sevillanos se incorporen a la actividad agrícola y ganadera y creen empresas vinculadas al sector en el marco del programa Desarrollo Rural 2014-2020; unas ayudas que están cofinanciadas al 90 por ciento por el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural y en un 10 por ciento por la Junta de Andalucía. En el conjunto de la comunidad, Agricultura ha otorgado ayudas por valor de 62,6 millones a 1.023 jóvenes agricultores, lo que ha supuesto duplicar el presupuesto inicial de la convocatoria.

Durante el acto de entrega de las resoluciones a los beneficiarios, el delegado territorial de Agricultura de la Junta en Sevilla, Segundo Benítez, sostuvo que estos incentivos «inciden directamente en una de las prioridades del Gobierno andaluz: lograr el necesario relevo generacional del campo».

Los beneficiarios recibirán las ayudas en tres pagos. El primero se efectuará a los 10 meses de la resolución, y supondrá el 50 por ciento del montante total. A los 19 meses, y una vez el beneficiario obtenga la condición de agricultor activo, recibirá otro 25 por ciento de la ayuda. El pago final (también del 25 por ciento) se realizará cuando culmine la ejecución del plan empresarial, con un plazo máximo de 25 meses desde la resolución de las ayudas. La subvención oscila entre los 30.000 y los 70.000 euros, según el agricultor.

Además, los beneficiarios deberán cumplir otra serie de compromisos como mantener la actividad agraria durante 5 años, obtener capacitación y competencias profesionales o presentar la solicitud de declaración como explotación agraria prioritaria.

RETRASOS

La concesión de estas ayudas no ha estado exenta de polémica, dado que la orden que las convocaba databa de junio de 2016. Sin embargo, la resolución de éstas no se ha conocido hasta un año y medio después (diciembre de 2017). Por lo que el retraso para impulsar el relevo generacional no se libró de las protestas de las organizaciones agrarias, para quienes el futuro del campo andaluz depende en gran medida de este tipo de incentivos.


«ME RECONVERTÍ AL CAMPO CUANDO ME QUEDÉ PARADA»

La historia de Susana Ramos Castillo, una pedrereña nacida el 23 de febrero de 1980, no es la típica de alguien que ha tenido referencias en casa o su entorno que la hayan llevado a trabajar en el campo, ya sea como empresaria o trabajadora, sino la de alguien que se reconvirtió y transformó su vida cuando se quedó en el paro.

Su labor se centra en la misma localidad, donde pelea por mantener la doble labor de agricultora y ganadera, ya que es responsable de una explotación de olivar de secano combinada con la integración de pavos con capacidad para unos 10.000 animales, todo un reto para esta joven madre de dos hijos que ha aprendido, con el paso del tiempo, a sacar adelante la vida de su casa con sus dos manos. Incluso ha logrado que su producción vaya a Procavi, el líder europeo en producción de carne de pavo, que opera desde Marchena para clientes de distintas partes del mundo.

«En realidad, yo estaba trabajando de auxiliar de óptica y me quedé en el paro, y mi familia tenía unas tierras en las que no había pensado en trabajar, pero mis padres son mayores, y fue cuando le di el rumbo a mi vida en el que estoy actualmente», explica.

Señala que hubo momentos concretos que la impulsaron a sacar adelante su proyecto, con el detonante de que «mi padre me dijo que yo era muy capaz de hacerlo, que me animase, y tiré para adelante», aunque antes se preparó intelectualmente, con cursos en la localidad cordobesa de Hinojosa del Duque, y a partir de ahí se abrió su nueva perspectiva vital.

Su vida laboral, por lo tanto, es ciertamente original, centrada en la crianza de pavos, aunque explica que «hay muchas personas que se dedican a la ganadería de pavos, pollos y cerdos», pero pone el acento en que «los pollos es verdad que dan más dinero, pero los pavos son menos delicados para trabajar con ellos».

Lo que sí es normal en su vida, con respecto a sus colegas de profesión, es que cuando suena su despertador aún es noche cerrada. En ese punto de la entrevista sí le sale su alma «campera», porque cita que cuenta con «siete fanegas de terreno», el equivalente a 4,5 hectáreas de superficie para sus olivares, compartiendo con ese cultivo el problema de los agricultores de la provincia de Sevilla en este año: «Con la sequía hemos tenido muchos problemas, y además ha estado regular la producción. El año pasado cogimos unos 15.000 kilos, pero este unos 8.000, no por tener poca aceituna, sino por que no le ha dado tiempo a hacerse», aunque defiende la calidad que tiene su variedad Hojiblanca, que termina en la cooperativa Oleoestepa su localidad.

Con todo, su originalidad a la hora de sacar adelante su vida no se le escapa a su círculo de amistades, entre las que hay «profesoras de pilates, de historia, amas de casa, o incluso una amiga que su marido tiene una granja de pollos». Hay de todo, pero su vida y su historia tienen, desde luego, sello propio.


«TENGO ESTUDIOS PORQUE MI PADRE ME APARTÓ DEL CAMPO»

A Rafael Aguilar su pasión por el campo le viene de familia. Su abuelo era agricultor, al igual que su padre y sus tías. Sin embargo, él es mecánico de profesión. Su padre, al ver que le faltaba tiempo para soltar la mochila del colegio e ir a echarle una mano con las ovejas y cabras que tenía, prefirió vender sus rebaños y trabajar en otro sector para que su hijo no tuviese la obligación de ayudarle y siguiese formándose. De hecho, este joven treinteañero asegura que gracias a que su padre le apartó del campo en la actualidad tiene estudios. Pero el destino es caprichoso y Aguilar quiere seguir con ese oficio que le viene de cuna.

Lo hace a modo de homenaje. Sus familiares vivieron a caballo entre Sevilla y Palma de Mallorca, donde se desplazaban cada campaña veraniega, durante 15 años para poder comprar las tierras que Aguilar quiere modernizar y poner en valor.

Acaba de terminar de recoger la última aceituna de la campaña, que le ha dado una cosecha de 30.000 kilos este años. Una producción que destinan a las almazaras de las dos cooperativas de las que su padre es socio, una en Los Corrales (municipio donde reside) y otra en El Saucejo. En total cuenta con 25 hectáreas dedicadas al olivar.

También cuenta con una zona –de 15 hectáreas– en la que se dedica a la siembra de grano, principalmente de trigo, cebada y habas, de los que obtiene una producción anual de unos 20.000 kilos.

Con la ayuda otorgada por la Junta, Aguilar quiere adaptar a los nuevos tiempos la finca, así como dedicar 11 hectáreas del terreno a un cebadero de cerdos para la cría de 2.000 animales con el objetivo «de ganarle rendimiento a la explotación y con los excrementos del ganado mejorar la tierra», explica Aguilar. Para ello tiene prevista una inversión de 350.000 euros.


«ES LA HERENCIA DE MI PADRE, LO QUE SIEMPRE HEMOS VIVIDO»

Guillermo Romero habla del campo y su ganado como aquellas personas que han nacido para estar en contacto permanente con la naturaleza. A sus 37 años (cumplidos este mismo sábado), este lebrijano se levanta cada día cuando el sol aún no ha salido y se pone a cuidar a sus aproximadamente 800 cabezas de ganado.

En su localidad natal, la Lotería de Navidad dejó un importante pellizco de 6.000 euros a casi 2.000 vecinos, aunque él bromea explicando que no es uno de los ganadores, mientras detalla que tiene su explotación ganadera en un campo a las afueras del municipio, en una zona conocida concretamente como Los Rasillos.

Allí, «ahora mismo tenemos 760 cabezas de ganado ovino y unas 40 de caprino», toda una responsabilidad para un hombre que siempre ha visto en su casa que trabajar con el ganado era la forma de salir adelante cada día.

«Mi padre siempre fue ganadero, y cuando él dejó la actividad yo tomé las riendas del campo. La verdad es que en casa siempre nos hemos criado viendo ganado, y es el ambiente que siempre he vivido, con el ganado como protagonistas», explica Guillermo, que resume así su día a día con los animales en el campo: «A las 8 de la mañana cada día estamos en el campo, y hay que desplazar al ganado, echarle de comer, ver si hay corderos nacidos y repasar las paridas y apartarlas». Eso si se trata de un día normal, pero «cuando hay comida en el campo, se aprovechan los pastos, aunque es algo que depende del clima», que nunca se puede planear.

Hasta llegar al campo y tomar el relevo a su padre desarrolló una labor que le llevó a buscarse la vida en distintos ámbitos y territorios, ya que, «con 16 años me fui a trabajar y estudiar fuera de Lebrija, estuve en el Ejército y trabajando fuera, hasta que mi padre se jubiló, y desde entonces un hermano y yo estamos a la cabeza de la ganadería», manteniendo la misma forma de trabajar que su progenitor les ha inculcado desde siempre.

Con esa premisa, cada día acude a sacar adelante un negocio volátil, que depende de muchos factores para tener éxito, e incluso algunos se le escapan al profesional de la materia, como los robos que se pueden subir de algunas cabezas de ganado, aunque en ese aspecto explica que no sufren demasiados en su explotación.

Para desarrollar su trabajo, cada día llega a unos terrenos formados por unas dos hectáreas que son propiedad de la familia, más una parte de terreno que han alquilado para tener todo el espacio necesario para poder trabajar, donde su ganado pasta en libertad para seguir la herencia que su padre les dejó en forma de una dedicación milenaria.