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10 kilómetros

Cien mayores de Sevilla inician hoy la campaña ‘Por un millón de pasos’. Tanto como un millón, no, pero aquí tiene una propuesta por si quiere sumarse.

el 02 nov 2010 / 21:31 h.

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Una sugerencia de ruta para que se pegue usted la caminata de su vida y disfrute como un rorro tanto de la misma como del posterior baño de sales. No sea menos que esos cien abuelos sevillanos que hoy echan a caminar desde el Teatro de la Maestranza, con un empujoncito de la Consejería de Salud, y comprometa su aportación a la causa: diez kilómetros o, lo que es igual, unos 15.000 pasos. Si lo hiciera una vez a la semana, al cabo de un año sería como haber ido a Madrid andando. Lo cual no es bueno ni malo, pero sí sano. No lo de ir a Madrid, sino el andar. Con otros dos beneficios: podrá dar conferencias sobre Sevilla, como corresponde a toda eminencia en la materia, y le hará el rodaje a los dedos de los pies que aún tenga seminuevos o de kilómetro cero.

Punto de partida y de destino: la Plaza de América, en el Parque de María Luisa. Los primeros diez metros son para huir del gorrilla cuando deje el coche. Precalentamiento, siempre tan necesario. Siga despacito por el Paseo de las Delicias y, siempre acompañando al Parque, tuerza por la Glorieta de los Marineros (aprecie el monumento a Elcano o a las teorías darwinistas, como prefiera), olfatee las florecillas del parterre y gire a la derecha en la Avenida de María Luisa, rumbo al Prado. Hablando de Darwin, aproveche que pasa por el Pabellón de Perú y entre a ver las exposiciones de la Casa de la Ciencia. Salude al Cid aunque le dé la espalda, métase por los patios de la Universidad y, cuando salga a la calle San Fernando habrá recorrido ya 1.400 metros. Quien no considere que el feliz cumplimiento de esta primera etapa se merece tres hurras y un cafelazo de propina, es que en capacidad de entusiasmo anda codo con codo con un koala bañado en cloroformo.

Sienta la admiración de las multitudes cuando, tras un descansito en los bancos de la Puerta de Jerez (puede que le cuelguen los pies: son altitos), continúe su ruta conquistadora hasta la Avenida y más allá. Goce de la Catedral restaurada, del ambiente peatonal y de echarse a un lado cuando pase el tranvía, y así llegará ileso al Ayuntamiento. Tranquilo: no hay que pagar nada. Pase de largo, doble por la calle Granada y adéntrese en Sierpes. Un poquito de eslálom esquivando a músicos y pedigüeños y se encontrará en la Campana, o sea, a 2.900 metros de su coche.

Una excelente noticia que le infundirá ánimos para continuar el paseíto: a los caminantes no les ofrecen paquetes de pañuelos en cada esquina y encima, por cada hora de camino y según el ritmo, se pierden entre 250 y 500 calorías. Hazaña, acción valerosa, seis letras: proeza. Apúnteselo por si le sale en el crucigrama que, para reposar, puede hacerse en un banco del Duque, como el señor de la fotografía.

Fíjese en la de agujas que tiene el pedestal de Daoiz para que no se posen las palomas. Si lo ha visto será señal de que está ya en la Gavidia y a punto de subir por Cardenal Spínola. Repare en el Convento de Santa Rosalía (¿sabe que allí admiten huéspedes la mar de barato?) y desemboque en esa preciosidad de plaza evocadora y decimonónica a chorros que es San Lorenzo. Entre a ver las imágenes de los templos, si le parece bien, y prosiga luego por la calle Santa Clara, con tanto convento, tanta historia, tanto vecino ilustre y la torre recortada en el cielo donde dicen que se iban a pelar y hornear la pava el jovenzuelo infante Don Fadrique y su señora madrastra, esposa del rey, que así dicho suena feo pero que por lo visto era una francesa impresionante y de su edad.

La cosa acabó en tragedia: lea a José María de Mena y lo verá. Pero léalo cuando haya llegado a la basílica de la Macarena y así hace más largo el trecho. Hasta allí puede ir por Yuste y Bécquer (cómo no ir por esta calle, en noviembre). Plántese delante de la Esperanza y dedíquele los 4.716 metrazos que lleva en sus suelas de aventurero. Y cuando baje por San Luis, más o menos a la altura de san Ídem de los Franceses, márquese un taconeo: 5.000 metros, ecuador de la ruta. Aligere, que es la calle con más fantasmas de toda Sevilla.

Y dirá usted: si queda sólo un párrafo, ¿qué pasa con la otra mitad? Nada, a correr: Plaza de San Marcos (la Sevilla roja del 36), Bustos Tavera y Los Terceros (curiosee en la librería de viejo: espectacular); Alhóndiga (allí estaban las posadas de los forajidos del XVIII; recréese en la evocación), Juan de Mesa, Descalzos, Zamudio, San Ildefonso, Caballerizas y Casa de Pilatos (6.142 metros). Por la Alfalfa a Cabeza del Rey Don Pedro (otra leyenda: mire el busto. No, el de Don Pedro) y de ahí por Corral del Rey a Abades y Don Remondo, o sea, Catedral. Entre en Santa Cruz por el Patio de Banderas, quédese allí a vivir y, si no puede ser, visite al menos al Tenorio en la Plaza de los Refinadores. Rumbo al Prado de nuevo, recorrido por las avenidas del Parque y al coche. Ahí está el gorrilla: que corra él.

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