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150 años de la restauración de la ermita de Cuarto

La presencia operativa de los duques de Montpensier, espoleados por los escritos de Fernán Caballero, alentaron la recuperación historicista de la vieja ermita de Cuarto, reducida a un montón de ruinas a mediados del siglo XIX. Era el génesis remoto de la multitudinaria romería actual

el 15 oct 2009 / 21:18 h.

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El caldo de cultivo de la Sevilla romántica -revitalizadora de tantas tradiciones dormidas-, el mecenazgo de los duques de Montpensier desde su corte apócrifa del palacio de San Telmo y la pluma de Fernán Caballero -la escritora y novelista Cecilia Böhl de Faber- cocinaron hace siglo y medio la reconstrucción de la vieja ermita de la Virgen de Valme.

De sobra es conocido que la génesis remota del templo va unida a la promesa del santo rey don Fernando: "Valedme Señora, que si te dignas hacerlo, en este lugar te labraré una capilla, en la que a tus pies depositaré como ofrenda el pendón que a los enemigos de Castilla y a nuestra santa Fe conquiste". En este punto, leyenda y realidad se enhebran. El juramento del rey santo puso nombre a la devoción de la imagen gótica que allí se entronizó. El pendón prometido pasó a ser el exvoto más valioso de la pequeña ermita erigida en Cuartos, en un paraje idílico -lo de Bellavista tenía una justificación hoy perdida bajo el asfalto y el hormigón desarrollista- desde el que se contemplaba un fabuloso panorama de la ciudad conquistada y la llanada inmensa de las marismas y los brazos de un Guadalquivir sin cortas ni domas.

La Virgen se había despedido de su antiquísima casa, la misma que le había acogido desde el siglo XIII, en el año 1800 a raíz de una epidemia que propicia su traslado junto al famoso pendón arrebatado a los moros a la parroquia de la Magdalena en Dos Hermanas -antes de una vuelta efímera a la recuperada ermita- en la que sigue recibiendo culto hoy en día.

El viejo templo del Cortijo de Cuarto cayó en el olvido y la ruina galopante se encargó de hacer el resto, pero la ecuación de viejas piedras, Edad Media, leyenda e historia y el paisaje idílico de la Bellavista de otro tiempo iban a ser el mejor escenario de los vientos románticos que animan la época. Fernán Caballero publica en 1836 su novela La familia Alvareda. Tal y como señala el secretario de la hermandad de Nuestra Señora de Valme, Hugo Santos, "la novela comienza precisamente con una descripción del sitio donde se encontraban las ruinas de la ermita de Valme, en el cerro de Bellavista". El interés de los Orleans por la evocación medieval hizo el resto: "A raíz de la publicación del libro, el duque de Montpensier se interesa por el asunto y viene a Dos Hermanas con su secretario, Antonio de la Tour, en octubre de 1856. Comprueba el estado de ruina de la capilla y decide llevarse el estandarte o pendón que San Fernando había cedido a la Virgen".

Dicen que la duquesa de Montpensier, la infanta Luisa Fernanda, rehizo con sus propias manos aquella insignia ajada, que vuelve a Dos Hermanas recompuesta y con algunos añadidos historicistas en 1857. Pero los duques de Montpensier no iban a olvidar la ermita de Cuarto y, sin saberlo, se iban a convertir en los promotores remotos de una romería que, andando el tiempo, devolvería a la imagen de la Virgen de Valme por un día al año al lugar que la acogió más de seis siglos.

Coincidencias. Dos años después de la devolución del pendón, las circunstancias se iban a aliar en favor de la recuperación histórica de un enclave que no se puede entender sin la Virgen de Valme. Tal y como recuerda Hugo Santos, "el 29 de mayo de 1859, nace el primer hijo varón de los duques, que ya tenían varias hijas. El niño llega en vísperas de la festividad de San Fernando y los duques, en agradecimiento, toman la decisión de restaurar la ermita y bautizar a su hijo con el nombre del rey santo". La mitra dio su autorización para el inicio de estas obras que se desarrollan en el verano de 1859. Tal y como advierte Hugo Santos, "la capilla se levantó sobre las ruinas que existían, aprovechando lo poco que se podía aprovechar. El estilo de la capilla actual se parece mucho a otras restauraciones auspiciadas por los duques, como la Casa de Hernán Cortés de Castilleja de la Cuesta (hoy colegio de las Irlandesas), el Monasterio de La Rábida, el santuario de la Virgen de Regla en Chipiona y la propia ermita de Valme. Todos ellos relacionados con la historia de Sevilla o el Descubrimiento de América, las pasiones del duque de Montpensier".

La capilla se inaugura oficialmente el 9 de octubre de hace 150 años en medio de un solemne programa de actos que implicaba un reencuentro con la historia: "Llevaron a la Virgen desde Dos Hermanas en procesión hasta el Cortijo de Cuarto. Allí estaban los duques con su corte, el cardenal de Sevilla, la representación del Ayuntamiento de Sevilla, del Cabildo Catedral y las autoridades". Allí quedó entronizada la imagen fernandina y a la fiesta no le faltó ni un festejo taurino gracias a la vecindad de la entonces jovencísima vacada de Miura, que pastaba en aquellos años fundacionales en el Cortijo de Cuarto, arrendado a los patronos del Hospital de la Resurrección de Utrera.

El mantenimiento de la ermita y el capellán habilitado a cuenta del peculio de los duques de Montpensier duró hasta la no tan gloriosa revolución de 1868 que destrona a Isabel II y provoca indirectamente el exilio del duque de Montpensier, que había intrigado para sustituir a su cuñada. El efímero esplendor de la renacida ermita va a sufrir un serio revés. El capellán de los Orleans lleva el pendón de San Fernando al palacio de San Telmo y la Virgen retorna a la parroquia de Dos Hermanas un año después. Sólo en 1893 llegaría la devolución del estandarte medieval y la institución de una romería que nunca habría existido sin aquella reconstrucción de la vieja ermita.

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