Todos están en España. No tiene escapatoria. Vaya donde vaya se encontrará cerca de algún lugar donde acontecen fenómenos inexplicables, de esos que se cuentan en las películas y usted no quiere creer. ¿O es que acaso le gustaría toparse de frente con el galleguiño hombre lobo de Allariz?
Sin ir tan lejos, con suerte (o mala suerte, según se mire), casi sin salir de su barrio puede hallar espacios en los que no quisiera verse solo. La calle San Luis es, con toda seguridad, la vía más malaje de todo el callejero hispalense. Y no por sus buenas gentes. Si no por los desagradables fantasmas que habitan en el edificio del Centro Andaluz de Teatro -frente a Santa Marina-, lugar este huérfano de vigilantes nocturnos -que ni con subida de sueldo aceptan pernoctar allí-. En la cerrada San Luis de los Franceses también celebran fiestas los espectros. Y en algunas trastiendas de locales comerciales los fenómenos poltergeist (objetos que se mueven de sitio sin que nadie medie, bajadas bruscas de temperatura, psicofonías) son moneda común.
La Facultad de Bellas Artes es otro de los lugares donde bien puede pasarlas canutas. En la biblioteca los libros aparecen abiertos sobre la mesa por la mañana y los registros psicofónicos que algunos parapsicólogos han recogido aquí dan más canguelo que ver la película El exorcista a cámara lenta. Tan conocidas o más son las apariciones del Hospital de la Sangre. Incluso un político, el ya fallecido Plácido Fernández Viagas, confesó haber tenido algún encuentro con el Más Allá aquí, en el más acá. Hoy, el fantasma de Sor Úrsula sigue transitando aquellos pasillos. Por su carácter y sentimientos, pocos lamentaron su muerte. Y ahora, convertida en espectro, se confunde con el mundo real implorando clemencia por sus malos actos en vida...
Lamentos y lloros se oyen en otra institución, la Diputación. No es infrecuente que los diferentes miembros de seguridad y de limpieza escuchen extrañas voces, sientan presencias, estén acompañados de ruidos y golpes y vean cómo se encienden solas las luces e incluso contemplen sombras errantes.
A pocos kilómetros de la capital, en las inmediaciones de Carmona y dominando un promontorio -por lo que es fácilmente advertible desde la carretera- se alzan los restos del Monasterio del Diablo, un templo cuya historia no pasa desapercibida para ningún vecino de las localidades cercanas. Se dice que allí habita el mismísimo Satanás. Exageración o no, si osa atravesar sus muros podrá oír, a la caída de la tarde, ecos de cantos que no proceden de lugar alguno y, casi ningún investigador consigue estar allí más de un rato. El ambiente es irrespirable y la sensación de peligro se llega a hacer insoportable. Metidos en carretera, la onubense villa de Jabugo alberga en su término municipal Tiro Pichón. De arquitectura regionalista andaluza, este imponente edificio está habitado por el horror. Sólo los más entrenados cazafantasmas pueden flanquear su puerta. "Es un lugar para tenerle miedo", afirmaba el televisivo Jiménez del Oso. Su historia la contaremos pronto. Mientras, manténgase alejado del sitio.
