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A la estela de Santa Ángela de la Cruz

María de la Purísima ya recibe las primeras visitas en la capilla de Santa Ángela antes de que llegue su beatificación oficial este sábado. Un biombo la oculta porque hasta entonces no se la puede venerar.

el 15 sep 2010 / 12:28 h.

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Las hermanas de la Cruz con el féretro que contiene los restos de María de la Purísima.

Un biombo oculta hasta el momento en que sea beatificada -este sábado- el sepulcro donde descansa María del a Purísima, la segunda monja que las Hermanas de la Cruz suben a los altares, tras la canonización en 2003 de Santa Ángela de la Cruz, la fundadora de la orden y santa en Sevilla décadas antes de que el Vaticano la consagrara.  A su imagen y semejanza se formó como monja María de la Purísima y como ella se encargó de atender a los más necesitados antes de que siquiera se soñara con  la Ley de Dependencia. Ya hay quien la adora antes de que Roma y el arzobispo den el permiso oficial, su declaración como beata de la Iglesia Católica.

Su sepulcro, en la capilla de Santa Ángela del convento de las Hermanas de la Cruz en Sevilla, donde reposa a pocos metros de su maestra tras haber predicado toda su vida con el ejemplo, recibe ya sus primeras visitas. Todavía no la pueden venerar, pero en los corazones los y sobre todo las fieles (un hombre por cada nueve mujeres el día 15 por la mañana) sienten que María de la Purísima es santa. Que lo acabará siendo : "Le tengo mucha fe a Santa Ángela, me sale todo lo que le pido, y a María de la Purísima, desde que ha empezado, también le tengo fe", explica a la entrada del convento Aurelia Almazán, una mujer madura que no se perderá la canonización del sábado junto a su amiga Esperanza Barbero: "Mira que si le tengo devoción que de niña les decía a las monjas de San Lázaro: quiero ser monja, pero no como vosotros con esa cofia que parece que vais a salir volando, sino como las hermanas de la Cruz, las de mi colegio".

Las entradas para una beatificación que se prevé multitudinaria se reparten muy cerca del convento, en el número 8 de la calle Santa Ángela de la Cruz, en otras dependencias de la orden.

"Yo he dormido bajo el mismo techo que María de la Purísima", cuenta Ana Rojas, de 74 años. La conoció en Las Cabezas de San Juan, su pueblo. "Agradezco a las hermanas de la Cruz su enseñanza gratuita, que me hicieran una mujer, me enseñaran cultura general, a bordar y que me colocaran en Sevilla". No sólo no se va a perder la beatificación en el Olímpico: es que de su pueblo hay ocho jóvenes, "hijas de amigas mías" que han tomado los hábitos en esta orden conocida por asistir a los necesitados y que despierta simpatías incluso entre quienes se ríen de la vida consagrada.

Estas tres mujeres, entradas en años, no era las únicas devotas en la capilla. La joven y sonriente hermana profesa que está a cargo de abrir y cerrar la puerta para que no se abarrote la capilla no paró en toda la mañana bregar con el pesado portalón de madera. "Y esto no ha empezado: tras la beatificación vendrán muchas más", expresa la hermana. Los grupos de veinte personas no dejaron de rotar en la capilla entre las 10.00 y las 11.30 horas.

Una capilla a la que se llega tras cruzar la puerta y doblar  a la derecha, para no invadir el claustro. Un letrero con la palabra "caridad", mandado poner por la misma Santa Ángela, "recuerda el deber de la caridad con los pobres", como en cada convento de la orden, explica la hermana de la puerta. La interrumpe una devota, Natividad Martín: "¿Me puede dar una reliquia [de Santa Ángela]?". "Cuando lo necesito", explica al reportero, "vengo desde mi pueblo, Alcalá del Río, porque estar cerca de ella me da fortaleza, energía". Pero Natividad confiesa con pena que no podrá estar en la ceremonia del estadio.

Después de pasar bajo un busto de Santa Ángela, girar de nuevo y subir tres escalones, un letrero recuerda que no se deben hacer fotos, ni grabar vídeos, ni hablar en el interior de la capilla. Tras unas pocas hileras de bancos aparece el altar, presidido por la Virgen de la Salud -que se le apareció a Santa Ángela en la calle Enladrillada- y con la urna mortuoria de la santa monja incorrupta (una máscara de cera protege sus manos y su rostro). A sus pies, una decena de ramos traídos por los fieles. Y a la derecha, el biombo que oculta el sencillo sepulcro de la inminente beata, que desaparecerá en pocos días.

Sin tiempo ni para decir su nombre, una mujer menuda, morena, introduce un papelito en una caja de madera situada en una de las esquinas de la capilla. "Aquí se meten las peticiones a Santa Ángela: casi nunca me ha fallado y siempre le pido lo mismo, que me mantenga en el trabajo". Hay que volver, dejar atrás un confesionario vacío, un enorme cuadro de la santa pintado por Dubé de Luque en 1980, ya fuera de la capilla; y justo al lado de la puerta de salida otra cajita para meter limosnas y una cruz con hojas de yedra: "Es que ayer [14 de septiembre] fue nuestra fiesta, el día de la Exaltación de la Santa Cruz, y todas las cruces del convento están adornadas", explica antes de cerrar la puerta la misma monja que la abrirá segundos después a otro grupo de fieles.

 

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