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A ver si nos entendemos

Si yo le preguntara a usted si existe la reelección indefinida del primer ministro en Canadá, Marruecos o Kazajstán, seguramente me diría que no tiene la menor idea. Si le preguntara lo mismo en relación con España, Francia, Italia o Alemania, me diría que cree...

el 15 sep 2009 / 22:51 h.

Si yo le preguntara a usted si existe la reelección indefinida del primer ministro en Canadá, Marruecos o Kazajstán, seguramente me diría que no tiene la menor idea. Si le preguntara lo mismo en relación con España, Francia, Italia o Alemania, me diría que cree que sí existe esa posibilidad legal de reelección ilimitada de sus gobernantes.

Una respuesta probablemente similar a la de cualquier diplomático o periodista, incluidos aquellos que han opinado con vehemencia del resultado del referéndum del pasado domingo en Venezuela. Salvo las monarquías y algunas jefaturas del estado, normalmente los primeros ministros de las democracias avanzadas pueden ser reelegidos sin límite de mandatos. Pero a juicio de algunos avezados analistas, debe ser más democrático el pase de Putin de jefe de estado a primer ministro, que Felipe González y sus tres mandatos.

Leyendo algunas crónicas sobre este referéndum, tengo la tentación de escribir a Hugo Chávez y proponerle que se traslade a otro país con petróleo. Por su bien. Ganará en tranquilidad mediática. Podrá beneficiarse de ese pringoso silencio que rodea a gran parte de ese mundo de los países exportadores de petróleo. Esas pacíficas naciones feudales donde lapidan a mujeres adúlteras o donde los derechos humanos son un simple estorbo. Un país discreto donde sus gestos no pasen de un comentario divertido, de cierto aire colonial, en una tertulia de club londinense. Pero como sé que Hugo Chávez nunca correspondería a mi amable invitación, me ahorro la misiva.

Para entender algo a los más reputados analistas, para comprenderles mejor, propongo abandonar esa desfasada disyuntiva entre dictadura y democracia. Creo más útil gozar de los sutiles matices entre democracias, dictaduras y democracias fallidas. Aceptar con normalidad esas simulaciones, donde las urnas conviven sin reparo con la ausencia de libertad de prensa, de jueces independientes, sin la más mínima aproximación al catálogo básico de derechos fundamentales de cualquier democracia real. Fieles a esa innegable tradición occidental de derribar, durante más de cien años, democracias moderadas en el tercer mundo; de haber financiado y armado guerrillas fanáticas, auténticas enemigas de las democracias; de haber consentido pogromos étnicos; de haberse abrazado a crueles tiranos cuyo único mérito era un grifo de petróleo.

Es el momento de aprender de los expertos. Mientras recordamos los amistosos gestos de Sarkozy a Evo Morales de hace pocas horas, rescatemos las crónicas periodísticas del reciente referéndum boliviano. Nos sorprenderían las virtudes políticas que se derivan de la necesidad energética.

Esa conciencia de que vamos de cabeza, sobre todo tras la crisis, a un mundo global con mayor peso de naciones con un dudoso pedigree democrático. Es probable que Chávez esté sufriendo un ataque repentino, de ese síndrome de ausencia de teorías políticas que expliquen esas "otras" democracias. Por cierto, ¿sabe ya si en Canadá existe la reelección indefinida?

Abogado

opinion@correoandalucia.es

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