Cultura

"Acepto la poesía con fines políticos o morales, no como ajuste de cuentas"

El donostiarra Fernando Aramburu presentó en Sevilla su última novela, ‘Ávidas pretensiones’, una historia alrededor de un loco encuentro de poetas que le valió el premio Biblioteca Breve

el 08 mar 2014 / 23:30 h.

TAGS:

FERNANDO ARAMBURU Como él mismo admite, hay dos Fernando Aramburu: el que aborda temas más serios o graves, y el que se ríe hasta de su sombra. Éste último es el que firma Ávidas pretensiones (Seix Barral), una ácida sátira ambientada en un encuentro de poetas donde salen a relucir todas las miserias propias del género y sus artífices, desde puñaladas traperas a extrañas compañías de cama. «La verdad es que entiendo la tensión de los poetas, porque se la juegan en cada poema. Juzgamos su sensibilidad, su mundo, su manejo rítmico o musical del lenguaje. Los juzgamos completo, como personas», explica el autor, que pasó esta semana por Sevilla para presentar la obra en el marco del ciclo Letras capitales. «Eso sí, las refriegas no me interesan en absoluto. Todo eso contradice mi noción básica de la literatura: una obra hecha desde una perspectiva personal. Pero claro, en poesía existe la posibilidad  del triunfo: lograr espacios de poder, privilegios materiales, imponer un estilo, quizás...». Por otro lado, para adentrarse en tan espinoso jardín Aramburu se sirve de un narrador que es «una especie de saboteador, que se mofa de los personajes, no se toma en serio su propia novela, incurre aposta en tópicos, pero los destruye con el humor... Incluso divide la obra en planteamiento, nudo y desenlace. ¡Y acaba con moraleja!», explica. Además, en la primera página advierte que ha cambiado los nombres de los personajes «a fin de preservar su vida y la integridad de sus modestos bienes», con lo que plantea en el lector el juego de identificar a poetas de la vida real en estas páginas. «Es un juego que he activado de manera consciente, con un punto morboso deliberado. Y conociendo la pasta humana, barrunto que quien quiera reconocerse a sí mismo o a un compañero, va a poder hacerlo. Eso me da una rara alegría, la impresión de que la ficción ha funcionado no como fingimiento, sino como realidad, como quería Cervantes. Pero no he pensado en nadie en concreto», subraya. En la novela, las dos Españas se reproducen en las luchas entre realitas (sic) y metafas. «Siempre estamos en las mismas, los aliadófilos y los alemanófilos, el Barça y el Madrid, izquierda y derecha, monárquicos y republicanos... Es un poco triste, porque se pierden los matices», explica Aramburu, quien toca tangencialmente el drama del 11-M con ironía, pero sin hacer mofa. «Eduardo Mendoza dijo que hay tramos de la novela en los que se tuerce la sonrisa, pero nunca me reiría del dolor ajeno. Tengo límites claros». Aramburu, que confiesa que acepta «la poesía con fines políticos o morales, o como crítica de costumbres, pero no como ajuste de cuentas, porque no vale la pena para tres días que estamos aquí», confiesa que su próximo libro saldrá en Tusquets este año, y ya le está dando vueltas a una próxima novela. «La tengo aparcada porque me absorbe el trabajo periodístico, estaré todo el año escribiendo sobre fútbol alemán. Pero esa novela se está formando poco a poco en el cerebro, y ya pide paso», apostilla.

  • 1