Toros

«Ahora empiezan a cobrar sentido tantos sacrificios y entrenamientos»

ENTREVISTA al novillero José Ruiz Muñoz. Aunque sus apellidos no lo delatan, el de Chiclana de la Frontera es sobrino nieto de Curro Romero. La influencia del poderoso espejo familiar se hizo patente en su presentación con picadores en la Maestranza.

el 10 ago 2014 / 01:13 h.

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José Ruiz Muñoz ha constituido una de las sorpresas novilleriles más gratas. / El Correo José Ruiz Muñoz ha constituido una de las sorpresas novilleriles más gratas. / El Correo Muchos curristas quisieron redescubrir la formas y los modos del genial camero en la impronta de José Ruiz Muñoz, que va puliendo su propia personalidad sin renunciar a los moldes heredados. Una reciente salida a hombros en Santander impactó al aficionado y le señaló en el gran circuito. 2014 es un año de rodaje. El próximo será de apostar a lo grande. Pasó Santander y El Puerto; Sevilla ya queda lejos. Pero el nombre de José Ruiz Muñoz circula en el boca a boca de los aficionados y se une al de una importante hornada de novilleros que tiene que luchar contra la escasez de oportunidades y la desaparición de su circuito natural. Lo de Sevilla pudo ser una tarjeta de presentación pero el gran zambombazo profesional ha sido en Santander Sevilla también fue un reto muy importante. Había mucha gente a la expectativa y era mi debut con caballos; en una plaza de primera. Creo que la situación se salvó bien, sobre todo creando esperanzas en el aficionado. Mi tío siempre me había dicho que para estar arriba hay que apostar fuerte y ésa era una apuesta importante que pudimos defender. Y sí, la de Santander fue una tarde muy bonita. Venía del Puerto y no me había acompañado la suerte. Pero pude desquitarme y vivirla con mucha emoción. Es su primera temporada como novillero con caballos y la está basando en plazas grandes. Sí, es verdad. Sólo llevo tres festejos pero han sido en sitios buenos, con ganaderías buenas y carteles de categoría. Lo que queda va a ser en esa misma línea. En cualquier caso, se impone un rodaje fuerte para que el año que viene podamos estar en las grandes ferias. Hay una gran hornada de novilleros en la que se encuadra pero ha desaparecido el circuito rural que servía para engrasar el rodaje que menciona. La verdad es que sí. Hay muchos compañeros preparados pero se nos exige un nivel que es muy difícil de alcanzar; y es inversamente proporcional al número de festejos que se están organizando. Antiguamente un novillero con caballos podía torear 60 o 50 novilladas picadas y ahora, el que más, está matando 20. Todo eso complica las cosas. En realidad es mi propio caso. Si no toreo más es porque quiero que me respeten mínimamente. Hay que volver a la novillada de Sevilla. Todos pudimos comprobar que el espejo en que se mira es inconfundible. Se trata de un modelo exigente… Es posible. La gente va a la plaza para ver un determinado tipo de toreo y se marca unas expectativas. Si las cosas salen bien, fenomenal y si no, a criticar. El caso es que esas expectativas añaden más presión. Al margen de la buena relación que mantiene con su tío abuelo, ¿ha llegado a hablar de torero a torero con él? No me gusta molestarlo demasiado pero me acompaña a los tentaderos que hago cerca de Sevilla. Me aconseja y habla conmigo después de tentar. Siempre que ha podido ha estado cerca de mí, en el campo y en la plaza. ¿No teme que ese modelo poderoso pueda limitar su propia manera de interpretar el toreo, su evolución personal? Yo intento hacer las cosas naturales y relajadas y cuando uno se muestra así sabe perfectamente cómo es su propio lenguaje. Si estás tenso, si estás pasando un mal trago en la cara del toro es imposible que puedas desarrollarte pero si te muestras tal y como eres y te relajas toreando es cuando logras mostrar tu propia personalidad y ahí es cuando las imitaciones son muy difíciles. Además, imitar al Faraón de Camas es casi imposible. Entonces tiene claro su propio camino... Tenemos estilos muy parecidos porque yo he bebido de esa fuente, como he bebido de la de Rafael de Paula o la de Antonio Ordóñez. Es normal que tengamos ese aire tan semejante. En Sevilla llamó mucho la atención el tamaño de sus engaños, en especial su pequeño capote. Era muy parecido al que usaba su tío. Antes utilizaba capotes mucho más grandes y mi tío me dijo un día en el campo que los trastos, cuanto más chicos son más fáciles de manejar y además evitas que te los pisen los toros. Empecé a probarlos y me siento muy a gusto. Los toros pasan más cerca, se hace todo mucho más reunido y me siento mucho más. Además me encanta torear con el capote; es una de las cosas más difíciles que hay en el toreo pero cuando sale un toro con son y temple hay que disfrutarlo. Su nombre empieza a sonar de otra forma. ¿Cómo se lleva esa responsabilidad? Es algo que motiva para seguir entrenando porque es lo que he estado esperando todo el invierno. Ahora empiezan a cobrar sentido tantos entrenamientos, los sacrificios, los días de campo… ahora es cuando empiezo a ver la recompensa pero hay que apretar los dientes, dar ese pasito de más y seguir preparándome. En definitiva, sentirse torero. Una sola tarde puede cambiarte la vida y por sólo ese momento merece la pena todo el esfuerzo que hay detrás. ¿Y por qué decidió ser torero? De pequeño ya repetía que quería ser torero pero cuando me dio el pellizco definitivo fue en el campo, toreando como aficionado. Me puse delante de una vaca que me hizo disfrutar de una forma especial. Desde ese momento decidí que era lo que quería hacer todos los días. Hasta entonces no había descubierto que se podía estar así de a gusto delante de un animal y fue entonces cuando supe de verdad que me quería dedicar a esto.

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