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Al calor de la Virgen de los Reyes

La procesión de la Virgen de los Reyes permitió ayer reeditar las hazañas de fe que cada año llevan a los fieles a llegar andando desde sus pueblos o a hacer guardia toda la noche para coger sitio. Todo en un día en el que mucho consuelo hay que encontrar en la patrona para acudir a la cita pese al tremendo calor.

el 16 sep 2009 / 07:15 h.

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(Vídeo: Gregorio Barrera)

La procesión de la Virgen de los Reyes permitió ayer reeditar las hazañas de fe que cada año llevan a los fieles a llegar andando desde sus pueblos o a hacer guardia toda la noche para coger sitio. Todo en un día en el que mucho consuelo hay que encontrar en la patrona para acudir a la cita pese al tremendo calor.

Desde las 11 de la noche anterior había esperado Carmen Martínez, de 78 años y luto riguroso, para tener sitio en primera fila en la Puerta de Palos, desde donde la Virgen sale de la Catedral a las ocho de la mañana y vuelve a entrar hora y media después. "Todos los años vengo desde Camas, pero ahora ya en coche porque estoy coja. Antes venía andando", dice, levantando el bastón que prueba que, si pudiera, seguiría cumpliendo su promesa a pie.

Carmen y varios fieles más susurran oraciones con los ojos puestos en la Virgen de los Reyes, que cada 15 de agosto, en una ciudad desierta por el calor estival, logra congregar a miles de personas en una multitud prieta en la que también se han infiltrado ya las sillitas plegables que el Ayuntamiento pretende erradicar de la Semana Santa. La gente se encarama al Archivo de Indias, para ver mejor desde los escalones, entre un continuo agitar de abanicos. En primera fila, bastantes personas en sillas de ruedas deben haber soportado una larga espera. Aunque sea un tópico, parece que este año hay más gente en las calles, y en las cafeterías, porque las del cruce de la Avenida con Alemanes y García de Vinuesa son el paraíso para quienes han cogido sitio junto a las cristaleras. Muchos, como José María López, que va con su esposa, dos hijos y cuatro nietos, cuentan que llevan toda la vida acudiendo -"desde que me traía mi madre", aclara-; la mayoría de los asistentes es gente mayor.

La procesión, que se enorgullece de su aire tradicional, no varía de año en año. Precedida por las autoridades eclesiásticas, y los representantes de las cofradías, la patrona de la ciudad cumple con parsimonia su recorrido, acompañada por las voces de la Escolanía Virgen de los Reyes, girando en cada esquina del itinerario al son de las campanas para que se aprecien los detalles del manto que le regaló Isabel II, de un verde oscuro intenso con bordados dorados. Y de paso, para que el olor de las explosivas esquinas de nardos que luce el paso llegue al gentío y todos puedan verle la cara al Niño Jesús que sujeta entre las manos.

"¿Usted ha visto pasar al cardenal?", preguntan entre el público. Eso sí es novedad este año. Tras 27 al frente de la diócesis, Carlos Amigo Vallejo, que tendría que jubilarse al cumplir los 75 dentro de una semana, quizá vivió ayer, con la discreción que lo caracteriza, su última procesión de la patrona como cardenal de Sevilla, acompañado por su coadjutor, Juan José Asenjo, que en su toma de posesión se encomendó a esta advocación. Ambos escoltaban al paso, Asenjo delante, Amigo detrás.

Entre los asistentes sentados tras las vallas, Asunción Medina, arreglada, maquillada y ocultándose del sol con un abanico, confirma con guasa que se le está haciendo largo porque llegó a las siete y "la procesión va muy despacio". Tras protestar un poco confiesa que en realidad acude a ver a la Virgen todos los años, "aunque sea para gruñir, porque me gusta". Por suerte el paso ya se acerca.

Son ya más de las nueve de la mañana y en la sombra la espera aún es soportable, pero no en el sol.

Tras el paso, las autoridades civiles y militares -con el subdelegado del Gobierno, Faustino Valdés, al frente- preceden a las municipales, entre las que abren paso el alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín; el portavoz del PP, Juan Ignacio Zoido; y la edil de Fiestas Mayores, Rosamar Prieto-Castro; junto a la vicepresidenta de la Diputación, María José Cervantes.

Al entrar la Virgen en la Catedral para presidir la misa, la gente trata de entrar a coger asiento, con esfuerzo. "Esto debería estar un poco más organizado", dicen algunos al producirse cierto descontrol. Al final, la Virgen vuelve a ser llevada a su capilla, donde estos días se mantendrá el ir y venir de octavas y besamanos.

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