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Allí donde los libros renacen

Para muchos, estas tiendas siguen siendo rincones de culto y para nada comparten con el lugar donde arranca la tortuosa aventura de Daniel -el protagonista de la novela de Ruiz Zafón- su aire siniestro ni su condición de olvidado. Foto: A.A.

el 15 sep 2009 / 21:43 h.

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Para muchos, estas tiendas siguen siendo rincones de culto y para nada comparten con el lugar donde arranca la tortuosa aventura de Daniel -el protagonista de la novela de Ruiz Zafón- su aire siniestro ni su condición de olvidado. Quizás sí que sean invisibles para el gran público pero siguen teniendo suficientes seguidores como para que hayan resistido el paso del tiempo a pesar de que el papel ya no esté de moda.

"Este tipo de sitios son los que mantienen a los aficionados de verdad a la lectura", dice un lector anónimo -por convicción más que por pudor- que acaba de comprar una edición de Los Puentes de Madison County, de Robert J. Wallace, por un euro en la librería Los Terceros. De allí son prácticamente todos los ejemplares que componen su biblioteca y que rondan el millar. "Yo no puedo pagar 25 euros por un libro", dice.

Ni puede comprarlos ni quiere porque como Antonio Rodríguez -que ha vuelto a coincidir con él en la librería en una mañana "de perros"- lo que busca son "libros con solera, antiguos y que ya no están en el mercado". Su interés por la historia de Sevilla es lo que arrastra cada día a Antonio hasta esta librería. "Aquí te atiende un profesional que sabe aconsejarte porque, al fin y al cabo, te está vendiendo libros, no alcayatas", asegura.

El alma de este lugar es Ignacio Sánchez, librero de vocación y lector devoto. Empezó "comprando a particulares libros que encontraba preguntando por ahí, llamando por teléfono o a través de gente que conocía". En 1985 abrió la librería y "hasta hoy". En este tiempo las cosas han cambiado aunque, como él defiende, "el libro se ha comprado, vendido y cambiado desde el siglo XVI". Según su opinión, el secreto de que el papel sobreviva es que "es de los pocos artículos que puedes vender -hasta por más dinero en algunos casos- después de haber sido usado".

Pese a la competencia y a que "hay gente que ya no sabe ni cómo pasar las páginas de un libro" dice que "el negocio sigue siendo rentable" aunque para ello "te tienes que mover mucho, ir a las ferias de libros y estar en internet", que también se ha apiadado del libro de segunda mano y hoy es una gran plataforma para el intercambio y un sitio de encuentro para los coleccionistas.

Su género es el de las palabras y su valor añadido no es sólo vender libros más baratos. A su librería va "gente de todo tipo pero, sobre todo, lectores que buscan algo especial". En este mundillo "la novela actual se valora poco y casi nadie viene buscando eso". Aunque algo tiene también. De las librerías de ahora simplemente piensa que "no tienen fondo histórico".

Además de librero -y sobre todo- Ignacio es lector aunque también en este oficio vale lo de en casa de herrero cuchillo de palo y confiesa que ha "cogido un defecto". Y es que pasan tantos libros por sus manos que "ojeo miles de ellos pero acabo muy pocos", cuenta. Seguro que pocos no lo son tanto aunque sí menos de los que le gustaría porque él -que tiene para sí solo miles de ejemplares- no es librero por herencia ni tradición familiar sino porque leer, los libros y la gente que ama la lectura es lo que le gusta.

Como si preguntara a un padre cuál de sus hijos es el más guapo. Ignacio no se moja y asegura que "no podría elegir un libro ni un autor" favoritos. Confiesa, eso sí, que le pierden los libros "de historia en general y de américa en particular". Cree que vendería cualquier libro aunque "por supuesto no me quedaría sin un Quijote".

Los libros no mueren porque siempre hay alguien dispuesto a devolverlos a la vida pasando sus páginas. Por eso -y con permiso del escritor- no necesitan cementerios sino un lugar donde puedan volver a nacer.

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