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Amianto: cuando trabajar te mata

Catorce años después del cierre de Uralita en Bellavista, se abre el primer juicio colectivo por los efectos dañinos que sobre la salud de la plantilla tuvo el uso de la sustancia tóxica. Los afectados relatan en primera persona cómo se les encogen los pulmones.

el 09 jun 2013 / 23:57 h.

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Está algo acatarrado y, al hablar, la tos aflora cada dos por tres. Es una tos rara, quiere salir pero no sale, se queda ahí, en su pecho, es como si los pulmones se aferraran al poco aire que entra y se negaran a expulsarlo. Se llama Antonio Delgado y padece abestosis, enfermedad que reduce la capacidad respiratoria por inhalación de fibras de asbesto, y aquí mentamos la bicha, asbesto es amianto, silicato fibroso de hierro y magnesio, una sustancia tóxica que los empleados de Uralita se tragaron durante décadas en su fábrica de Bellavista. Dicen que el trabajo es salud. Pues no, allí mató y sigue matando. Julio García y Antonio Delgado, dos de los afectados por el amianto de Uralita. / Pedro Cela Julio García y Antonio Delgado, dos de los afectados por el amianto de Uralita. / Pedro Cela Una radiografía pulmonar de Antonio, o de Julio, o de Luis, o de José, o de esos 26 exoperarios que hoy están citados en los juzgados en el primer juicio colectivo que se celebra en Sevilla contra la empresa por los efectos del amianto, revela unos pulmones minúsculos al fondo de la caja torácica, mucha costilla para proteger tan pequeños órganos, que se han ido embebiendo, consumiéndose, encerrándose en sí mismos. “¿Hacer deporte yo? Sí, hombre, y me ahogo. Pasear, tan sólo pasear”. Antonio, quien hoy preside la Asociación de Víctimas del Amianto en Andalucía, entró con 15 años en el taller de Uralita –la compañía fabricaba tuberías, placas onduladas y jardineras, pero su producto estrella era la placa de uralita–. Trabajó durante 32. Con 47, “tan joven, en plena flor de la vida”, le reconocieron la incapacidad. Y a casa. Tiene ahora 66. “Síntomas los hubo siempre, y eran tan viejos como la misma fábrica. Las sospechas estaban ahí, pero era otra época, cualquiera le decía algo a la empresa... Pero el amianto, cuyos efectos son lentos en manifestarse, comenzó a ser un monstruo a mediados de los años sesenta, cuando comenzábamos a tener noticias de qué pasaba con esta sustancia en otros países europeos”, relata. Él, que todo lo vivió en primera persona, recuerda que la compañía “se durmió”. Era lógico, la dictadura amparaba a las empresas, no a los trabajadores. A finales de los setenta los inspectores de trabajo conminaron a Uralita a adoptar medidas de seguridad. “Llegó incluso a amenazarnos con cerrar. Se repartieron mascarillas entre los empleados, aunque no a todos”. Y hasta ahí, sugiere, llegó la ruindad de la compañía. ¿Cuántos fallecieron? Dar con exactitud un número resulta complicado debido a la dificultad para demostrar efectivamente esa relación causa-efecto entre la inhalación de amianto, la enfermedad y la defunción. Aquella asociación, sin embargo, baraja el de cuarenta entre 1939, año de apertura de la planta, y 1999, el de su cierre definitivo. Después tal cifra no ha parado de engordar, y no sólo entre los propios empleados, sino también entre sus familiares y en el barrio donde se asentaba la fábrica: Bellavista.  Un grupo de afectados ante el hospital de Valme. / Antonio Acedo Un grupo de afectados ante el hospital de Valme. / Antonio Acedo María José González es abogada de los afectados. Al defenderlos, defiende, además, una causa propia: ella es también familiar. Y los casos, dice, se cuentan por cientos, porque los trabajadores de Uralita llevaban el amianto pegado en la ropa. Y lo inhalaban sus mujeres, y sus hijos, y hoy sigue en ellos, pero también en sus viudas, y en sus hijos e hijas. La enfermedad no da la cara de la noche a la mañana. Puede tardar años, puede tardar décadas. Y justo detrás de la fábrica había un colegio, por nombre La Compasión. La bicha estaba en casa, también en Bellavista. No sólo era la planta, puesto que habría que sumarle la escombrera. En la actualidad, visualmente no son perceptibles ni la una ni la otra. Sobre sus suelos se levantan los bloques de la urbanización Jardines de Hércules, aunque en los solares anexos perviven rastros de esa fábrica. Antonio los maldice. Hoy le toca remover los recuerdos en los juzgados. En la lucha judicial, iniciada en 2010 después de años organizándose y orquestándola, ha quedado por el camino la vida de cinco compañeros. El delito, comenta el presidente de la asociación, ni ha prescrito ni puede prescribir, pues las secuelas permanecen, “las sufrimos, la sufriremos”. Para colmo, el grupo Uralita –cuyos gestores actuales nada tienen que ver con los pasados– se fueron del barrio sevillano en medio de un pelotazo urbanístico. Aquel frente judicial se aceleró después de dos sentencias que imponían a la compañía el abono de indemnizaciones para vecinos de sus fábricas catalanas, algunos fallecidos antes de hacerse públicos los fallos condenatorios. La conciencia del problema, la preocupación de toda Bellavista y la labor de la asociación presidida por Delgado permitieron que los tres hospitales de Sevilla –Virgen del Rocío, Macarena y Valme– forjaran comisiones médicas específicas para detectar los casos. Y esa labor de los especialistas facilitó el trabajo de identificación de los enfermos. Llegar hasta el día de hoy, pues, no ha sido precisamente un camino de rosas. Descartada la vía penal, queda la civil. “¿Qué pedimos? Ya sólo podemos pedir que nos indemnicen”, habla Antonio Delgado y mientras habla se atora. Es lo que tienen un pulmón derecho diminuto y otro izquierdo de progresivo empequeñecimiento. Una indemnización de 2,2 millones de euros y una foto que no es fija La abogada de la asociación Avida acumula más de ochenta expedientes abiertos por el caso del amianto de Uralita. De ellos están citados hoy en los juzgados 26 y se espera que otra tanda lo esté en octubre, cuyos nombres aún no han sido revelados. Se pide a la compañía una indemnización de 2,2 millones de euros por los daños causados por el amianto. No sólo se encuentran extrabajadores de la empresa, también familiares de fallecidos por un proceso judicial que se inició en 2010 –aunque hunde sus raíces en el año 2003–. Desde 2005 ya no se utiliza el amianto en las fábricas pero todavía quedan residuos por lo que la asociación de afectados exige prevención. “Y la foto fija del amianto no existe pues compañeros que en su día se encontraban bien, hoy están sufriendo cánceres”.

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