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Amparo Rubiales

Cuando no se había ido aún el montón de amigos presentes en el encuentro que nos proporcionó la presentación del libro de Amparo Rubiales, en la tele me enfrentaba de nuevo con la película de Lawrence Kasdan "The big chill" titulada en español "reencuentro".

el 15 sep 2009 / 16:08 h.

Cuando no se había ido aún el montón de amigos presentes en el encuentro que nos proporcionó la presentación del libro de Amparo Rubiales, en la tele me enfrentaba de nuevo con la película de Lawrence Kasdan "The big chill" titulada en español "reencuentro", nostálgica y abrasiva película estrenada en 1983, año crucial para la mayoría de los que asistimos a las palabras de Amparo y amigos varios.

Rubiales hace memoria y nos obliga a los demás a hacerla también. A enfrentarnos con un montón de historias, de lo que debimos hacer, de lo que hicimos y de lo que no sabemos por qué no conseguimos hacer. Y que ella sí que hizo. Y eso que de los políticos que he conocido es de los pocos o de las pocas, no sé como decirlo, que puede confesar que ha vivido mientras hacía política. Conozco a otros que cuando se sienten a pensar se darán cuenta de que su vida es igual que la línea de un encefalograma plano, sin amigos, sin aficiones, sin una vida más allá del coche que te lleva y te trae de un mitin a otro, la vida en una sola dimensión.

Amparo se ha pasado media vida luchando por convencer a montones de lo que era evidente. Que ser mujer es como no serlo. Que ser hombre es como no serlo. Y algo tan evidente han tenido que pelearlo un montón de mujeres, como Amparo.

No ser feminista además de antiestético pone al descubierto zonas erróneas, mermas de inteligencia de los que lo ponen en duda. Y Rubiales se ha dado el gustazo de decir lo que piensa, de contar lo que le ha pasado, alanceando a algún viejo enemigo y de no ocultar su inteligencia, dejando para otro día la modestia que a otros les impide reconocer que son personas de valía que son excepcionales y ella lo sabe y lo evidencia. La inteligencia, el carácter volcánico, el arrojo y la arrogancia de no pedir perdón por todo ello no se prodiga mucho. Amparo ha llegado hasta aquí en plenas facultades. Y se ve al leer su libro que estaba deseando pensar en voz alta (que es lo que hace) y de plantar su banderín en lo alto de la cima del montón de montañas cuyas cumbres ha coronado. Y no está dispuesta a que lo olvidemos.

Abogado. crosadoc@gmail.com

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