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Andalucía contra la indecencia

Lo indecente es que el Estado tenga que inyectarle dinero a los bancos mientras los empresarios reclaman que se abaraten aún más los despidos y el gobernador del Banco de España reniegue de la cláusula de revisión salarial de los convenios como si fuera intrínsecamente perversa.

el 15 sep 2009 / 15:53 h.

Lo indecente es que el Estado tenga que inyectarle dinero a los bancos mientras los empresarios reclaman que se abaraten aún más los despidos y el gobernador del Banco de España reniegue de la cláusula de revisión salarial de los convenios como si fuera intrínsecamente perversa y nos animase a congelar sueldos ante el calentamiento de la economía mundial, que está que arde. Por eso también tendrían que estar al rojo vivo las cautelas de los trabajadores, esa especie a la que antes se llamaba clase social y que todavía se vislumbra bajo siete capas de maquillaje de postín, entre hipotecas de primera y segunda vivienda, cuatro por cuatro y espejismos de un capitalismo salvaje que quiso convencernos de que éramos ricos cuando la riqueza siempre queda del lado de los de siempre.

También Andalucía, esa vieja chacha falsamente envanecida por las modernizaciones, tendría que recordar aquel tiempo en el que García Lorca tuvo que decir alto y claro aquello de "yo siempre estaré con los que no tienen nada y hasta la tranquilidad de la nada se les niega". Lo indecente es que la Unión Europea hable de ampliar la jornada laboral hasta 65 horas semanales, vulnerando incluso el concepto de convenio colectivo y llegando a acuerdos personales entre el empleado y el patrono: usted distraiga el léxico decimonónico pero estamos volviendo precipitadamente a aquel siglo. Eso sí, podemos quedarnos tranquilos con que nuestro Congreso de los Diputados asegure por unanimidad que eso no va a ocurrir en España. Cualquiera añadiría un prudente "por ahora".

Lo indecente es que a pesar de la crisis la Unión Europea sigue necesitando inmigrantes Mariano Rajoy considera un problema que cobren el desempleo al que tienen derecho por haber cotizado y José Luís Rodríguez Zapatero exhorta a los eurodiputados del PSOE a que apoyen la directiva conservadora sobre retorno de inmigrantes que puede condenar hasta 60 días de cautividad a mujeres, hombres y niños por la simple infracción de no tener papeles.

Seguramente será inmoral pero es decididamente ético, en cambio, lo que intentan hacer Comisiones Oberas y la Unión General de Trabajadores, que respaldan, para el próximo 7 de octubre una jornada mundial por el trabajo decente: cinco minutos, apenas cinco minutos a mediodía y en silencio a la puerta de todos los empleos del planeta. Y a quien no entusiasmen las centrales sindicales, que se pare a pensar cómo estaríamos sin ellas. Es por ello que esta semana se presentó en Sevilla un manifiesto suscrito por artistas, periodistas, universitarios, escritores y gentes de más o menos malvivir entre quienes me cuento. Se trataba de apoyar, en este caso, a las centrales sindicales españolas para que exijan al Gobierno "un compromiso claro en favor de la dignificación del trabajo, de la internacionalización de los derechos laborales y del desprestigio de unas condiciones económicas de explotación que, con la coartada del progreso y la modernidad, agravan la realidad de un mundo injusto, insolidario y desamparado". Porque esa es otra: cuando en la vieja Europa comenzamos a hablar de crisis, olvidamos que tres cuartas partes de la humanidad nunca han conocido otra palabra.

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