Puede que el título sea demasiado tajante, duro incluso con el ex entrenador del Betis, pero es lo que tienen los cambios de viento en los equipos de fútbol. El conjunto verdiblanco jugó muy mal cuando en teoría mejor lo tenía para jugar muy bien, ante el colista de la categoría y con la explosión de moral que le debería haber proporcionado el cúmulo de malos resultados cosechados por sus rivales entre el viernes y el domingo, pero todo eso se transformó en una gigantesca bola de presión que se metió en las piernas y las mentes de los futbolistas y aturulló sus ideas. Salvo los goles de Jonathan y Sergio, alguna diagonal de Juanma, cierta intervención milagrosa de Damiá, una prodigiosa parada de Goitia y la cabalgada postrera de Caffa, poco más bueno se puede decir de lo que hizo anoche el Betis. Mehmet y Arzu casi nunca tuvieron el balón (el casi hay que quitarlo de la frase si el análisis se ciñe a la segunda parte), Emana ni estuvo, Capi empeoró al camerunés con su festival de pérdidas, Palanca pareció más del Real Madrid que del Castellón y el último clasificado, en definitiva, trató la pelota más y mejor que el Betis. Si Ulloa no fuese Ulloa sino Jonathan o Sergio, el colista habría dado un disgusto de los grandes al Betis. Si el Betis siguiese siendo el de Antonio Tapia, seguramente eso es lo que habría ocurrido.
