Hubo discrepancias, sí, pero no tensión, ni desprecios, ni menosprecios, ni insultos. Hubo alguna puya a José Antonio Bosch, como cuando Pepe Tirado le recordó que de ninguna de las maneras puede tasar las acciones de Farusa en 50 o 60 millones, "como hacía Lopera". No pasó de ahí la crítica. El papel que representaba el administrador fue asumido con comprensión y viceversa. Si el consejo incluso aceptó una propuesta de un accionista para modificar el sistema de votación...
Fue la junta de la paz. Rufino González y Manuel Castaño, emblemas del antiguo régimen, se sentaron juntos y nadie les recriminó nada. Hubo cambio de marco, del Salón Mallorca al Salón Descubrimiento. Y eso fue la junta, un descubrimiento de semblantes relajados, alegría... y aplausos al consejo de casi todos los béticos allí reunidos. Que, dicho sea de paso, fueron 1.019 representando el 70,85% del capital social. Abanico en mano, Bosch cerró el diseño del nuevo Betis.