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Aristóteles en la Maestranza

El acuerdo entre la Real Maestranza de Caballería y la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla saca a la superficie social varias cosas: por un lado, que el espíritu ilustrado del Conde del Águila y del Duque de T'Serclaes sigue vivo y, por otro, es un ejemplo de actividad política.

el 15 sep 2009 / 15:42 h.

El acuerdo entre la Real Maestranza de Caballería y la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla saca a la superficie social varias cosas: por un lado, que el espíritu ilustrado del Conde del Águila y del Duque de T'Serclaes sigue vivo y, por otro, es un ejemplo de actividad política o de re publica en sentido aristotélico, el ejercicio de la transversalidad en entes muy distintos que colaboran para la prosperidad y la felicidad de la sociedad. Algo así es lo que hubiera dicho Jovellanos. En el siglo XVIII la fiesta de los toros era, digamos lo que digamos, la única expresión cultural civil de una sociedad que, moviéndose en un ámbito sentimental e instintivo, necesitaba de la sociedad "reflexiva" (las élites) para que se abrieran paso las letras, las artes, el amor a la verdad, la Filosofía. Si, entonces y luego, Goya, Picasso, Benlliure, Lorca, Alberti, Bergamín, Blasco Ibáñez, Hemingway, Turina, Ortega o tantos otros no hubieran plasmado las impresiones y sentimientos que recibían, la corrida sería críticamente menos sólida y, difícilmente, podría haber llegado a artística.

Hoy la cultura, incluida la del toro, se mueve en cien órbitas; se han roto todas las barreras y la sociedad que aspire a su disfrute, debe generar instituciones no sometidas al dictado del sponsor, al brillo del plumaje del jerifalte o al capricho de los eruditos a la violeta. Necesitamos entidades autónomas, de libre acción y democracia interna: institutos, fundaciones y patronatos -sean de corporaciones profesionales, financieras o públicas- que ejerzan la acción cultural hacia todos pero respondiendo ante el colectivo al que pertenecen. Necesitamos de nuevo a Aristóteles; sólo él podrá salvarnos del orín corrosivo de las subvenciones.

Pero, si además, pasado ese momento de exaltación, hay células sociales capaces de analizar racionalmente determinados elementos del transcurrir tauromáquico y otorgarles un marchamo de calidad, entonces ya no hablamos simplemente de sentir, estamos hablando de expresar y de fijar para la posteridad. La obra de un pintor, un escultor, un poeta o un músico confirma que la estética de la fiesta no se desvanece en un momento, que sigue existiendo después de terminar físicamente. La obra de premiar trayectorias, faenas, actitudes y aptitudes es similar; es algo que ayuda -y mucho- a elevar una de las expresiones culturales que nos distinguen a españoles, andaluces y particularmente a sevillanos en el mundo.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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