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Así son los gitanos de hoy

Jóvenes romaníes sevillanos y rumanos afincados en Manchester desarrollan un proyecto europeo para mostrar la imagen real de su pueblo. Ruedan un ‘spot’ que se emitirá en los países de la UE para luchar contra los prejuicios.

el 06 abr 2014 / 21:48 h.

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15644686 De izquierda a derecha Anina, Samuel, Sandra y Jose, que participan en el proyecto europeo ‘Real Rom’. / José Luis Montero Samuel Filipache tiene 19 años y es rumano. Con siete años emigró con su padre primero a Francia y, siete meses después, ya también con su madre, al Reino Unido, donde hace solo un año se convirtió en el primer alumno gitano de la Universidad de Manchester para estudiar el equivalente a Empresariales. Su compatriota, Anina Dumitrashe, tiene 17 años y llegó hace tres a la misma localidad británica, donde tras terminar el instituto se prepara para entrar también en la universidad –quiere ser profesora– mientras espera su primer hijo, fruto de su matrimonio con un inmigrante rumano como ella al que igualmente ha convencido de la importancia de estudiar. José Vega es diplomado en trabajo social y desempeña su labor en colegios de barrios como el Polígono Sur con un alto porcentaje de alumnado gitano e inmigrante promoviendo su integración. Sandra Heredia estudió Turismo y es la promotora del proyecto europeo Real Rom en el que jóvenes gitanos de Sevilla y Manchester preparan una campaña destinada a decir a todos los países miembros de la UE que ellos son los gitanos reales de hoy. Esos que, como reza el movimiento iniciado en la redes sociales #gitanosqnosonnoticia, nunca saldrán en Palabra de gitano o el programa inglés Mi gran boda gitana. El 8 de abril se conmemora el Día Internacional del Pueblo Gitano, que este año hace hincapié en que el proyecto europeo requiere garantizar la inclusión y la plena ciudadanía de un grupo étnico al que pertenecen 10 millones de europeos, entre ellos unos 450.000 españoles (uno de cada tres, 350.000, andaluces) y más de medio millón de rumanos, un país con la mitad de población que España donde uno de cada cinco nuevos incorporados al mercado laboral es gitano y con una alta tasa de emigración –no exenta de trabas pese a ser europeos de pleno derecho– al resto de la UE (en España se estima que hay unos 120.000 inmigrantes gitanos y la mayoría son rumanos o búlgaros). En el marco del proyecto Real Rom, desarrollado por las asociaciones que trabajan por la integración del colectivo gitano Fakali-Amuradi de Sevilla y Bharouts de Manchester, jóvenes gitanos de una y otra ciudad (en el caso de los primeros la mayoría nativos mientras que los segundos emigraron a Inglaterra desde Rumanía) se han reunido estos días en la capital hispalense para intercambiar impresiones y vivencias y consensuar cómo mostrar a Europa esa «otra imagen de los gitanos» personificada en ellos mismos, según explica Sandra Heredia. El encuentro tendrá una segunda fase en Manchester donde grabarán historias de vida que formarán parte del spot. José Vega destaca la importancia de que «sea el movimiento juvenil gitano el que está tomando la iniciativa de demostrar que para hablar de la imagen real del pueblo gitano hay que hablar de la diversidad, que hay gitanos a los que no nos gusta el flamenco, los hay que se dedican a la venta ambulante y los hay jueces». Las vivencias de Anina y Samuel a su llegada a Manchester son similares. Ambos reconocen que la primera barrera fue el idioma, peor aún en el caso de Samuel cuya familia tiene el romaní como lengua principal. Junto a ésta, tuvieron que vencer todo tipo de estereotipos sobre los rumanos gitanos, incluso ante otros inmigrantes. Es el caso de Anina, en cuyo colegio la mayoría de las alumnas eran pakistaníes o afganas y «eran racistas conmigo, ponían un móvil en la mesa y me decían que lo robara, que yo era una ladrona, y no todos los rumanos somos así. Yo no les contestaba porque no sabía bien inglés para responder pero me ayudaron algunos profesores y mediadores y al cabo de un año aprendí y les respondí, les dije que no todos los rumanos somos iguales, que llevaba un año en el colegio, que me conocían. Ellas se sorprendieron y nos hicimos amigas». No solo tiene claro que, pese a estar casada y embarazada a una edad que en España resulta temprana, piensa seguir estudiando sino que ha concienciado de la importancia de estudiar a su marido o a la otra alumna rumana de su colegio, que «iba poco y me dijo que no sabía si iba a seguir o a casarse y yo le dije que no tenía que dejarlo, que era importante estudiar para lograr un buen trabajo». Samuel lo pasaba tan mal porque en el colegio se metían con él que «lo odiaba, no quería ir y no podía aprender de lo enfadado que estaba». Reconoce que conforme fue aprendiendo inglés «la cosa mejoró porque empecé a poder hacer actividades con el resto». A los 11 años, cuando llevaba cuatro en Manchester, su familia tuvo que regresar a Rumanía un tiempo porque murieron sus abuelos, que cuidaban de sus hermanos, y curiosamente en el colegio de allí no querían admitirle «porque era muy mayor». Es una muestra de que la política educativa de su país no vigila la escolarización de esta población – «en Rumanía también hay racismo hacia los gitanos», apostilla Anina–. «No me vine abajo, quería demostrar que era más que gitano», dice Samuel, y de regreso a Manchester continuó su educación con muy buenas notas, hasta abrir por primera vez las puertas de su Universidad a un inmigrante rumano de etnia gitana. Nivel educativo En España se calcula que solo uno de cada 100 gitanos llega a la Universidad y un 20% no termina la Educación Secundaria Obligatoria, pero desde Fakali-Amuradi (asociación de mujeres gitanas universitarias) reconocen que son cifras poco exactas porque «es ilegal preguntar en la matrícula si eres gitano y nadie lleva un cartel». Es otro de los estigmas del colectivo, la mayoría de los estudios existentes se centran en la población marginal porque entre quienes están plenamente integrados, ser gitano no aparece en su CV aunque mantengan costumbres familiares y culturales propias. José y Sandra forman parte de ese 1% oficial y al escuchar las vivencias en el colegio de Anina y Samuel ven diferencias y similitudes. Ante sus quejas a los profesores, Anina y Samuel relatan que les decían que no hicieran caso a los insultos pero «no hacían nada». «Aquí es igual, depende del profesor», dice Sandra. José, que trabaja en colegios con alumnado gitano, señala que «el racismo en España no es tan explícito quizás pero sí viene implícito» y lo nota en que «entre los niños más pequeños no es tan palpable pero con el tiempo se les va llenando la cabeza de estereotipos, sobre todo en los institutos». Unos estereotipos a los que consideran que contribuyen mucho los medios de comunicación, con programas como Palabra de gitano y resaltando la condición étnica cuando los gitanos protagonizan noticias negativas, resalta Sandra. Sobre la escasa participación de los inmigrantes rumanos gitanos en el movimiento asociativo romaní y sus programas, admite que el tratamiento que se les ha dado es desde los planes de integración destinados a los inmigrantes y solo ahora están empezando a trabajar conjuntamente con aquellos que ya han aprendido castellano. Por eso, el resultado final de Real Rom será un spot destinado a concienciar a la UE de que «sea consciente del problema que hay con esa imagen que se transmite de los gitanos, de cómo con la crisis se acentúa el odio y también de la evolución de cómo somos los gitanos jóvenes hoy».

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