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Ataques de osos

Que la marcha de las grandes cifras económicas depende de las expectativas y que éstas, a su vez, dependen de la confianza de los agentes que intervienen en el mercado es algo que a estas alturas no ignora nadie.

el 15 sep 2009 / 04:28 h.

Que la marcha de las grandes cifras económicas depende de las expectativas y que éstas, a su vez, dependen de la confianza de los agentes que intervienen en el mercado es algo que a estas alturas no ignora nadie. También se conoce desde hace tiempo que dicha confianza a corto y medio plazo, al no poder fundamentarse al cien por cien en información plenamente contrastable, corre el riesgo de ser manipulada de manera que favorezca los intereses de personas e instituciones concretas en perjuicio de otras. En la misma política, estas prácticas tienen lugar a la luz del día. En otras ocasiones, sin embargo, la propagación de rumores destructivos sucede sin que sea también fácil identificar al autor.

Viene esto a cuento de las últimas noticias que hablan de investigaciones dirigidas a clarificar qué ocurrió exactamente en las crisis de determinadas instituciones financieras en los últimos meses. El caso más notorio es el de Bear Stearns, comprado por JP Morgan, a instancias de la Reserva Federal y ante el desplome de su cotización en Bolsa, a un precio que se hubiera considerado de risa sólo un mes antes. Pues bien, ahora la agencia supervisora estadounidense trata de determinar si el valor fue manipulado a la baja deliberadamente por algunos miembros del mercado. Es decir, si hubo inversores que apostaron por la caída de Bear Stearns extendiendo para ello rumores sobre la delicada situación de la compañía y la inminencia de una quiebra. Todo ello originó la estampida de clientes e inversores y el ruinoso drenaje de liquidez consiguiente.

Lo cierto es que poco puede hacer una compañía atacada cuando los rumores arraigan, incluso si su posición es sólida. El pilar fundamental del negocio bancario es la confianza y cuando esta se erosiona queda poco más que la tramoya desnuda. Por eso es tan importante el papel del supervisor público suplementando la confianza a través de dos vías: dando información fiable y localizando a los que emplean malas prácticas para castigarlos.

Este tipo de ataque que se barrunta ha sufrido Bear Stearns no es una nueva forma de delito ni constituye una innovación. Por el contrario, es una práctica tan añeja como el propio negocio bursátil y se conocen desde principios del siglo pasado como Bear raids, esto es, ataques de oso. Un Bear raid consiste en un acuerdo entre varios inversores que apuestan por la bajada de un determinado valor y que saldrán más beneficiados cuanto más y más deprisa se produzca la bajada. Normalmente son acuerdos a varias bandas porque un solo inversor no es capaz de condicionar el mercado. También suele pasar que para hacer más efectivos estos ataques suelen combinarse ?y aquí entra la parte ilegal del asunto? con la difusión de rumores falsos dirigidos a provocar el pánico entre tenedores de valores ajenos al entramado.

Como vemos, ya circula la sospecha de que las recientes bajadas y subidas en los mercados de valores no se han producido totalmente en base a impulsos espontáneos o legítimos, sino que los especuladores han cargado los dados de sus apuestas, poniendo su grano de arena para ahondar la crisis. Estos infractores que intentan sacar partido del río revuelto tampoco deberían salir impunes.

Catedrático de Hacienda Pública

jsanchezm@uma.es

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