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Autónomos, capaces y con Down

Un joven con síndrome de Down puede comprar, planchar, cocinar y limpiar sin ayuda. Lo que necesita es alguien que entienda que es capaz. Aspanri lo ha hecho tutelando un piso en el que cinco chavales conviven llevando adelante su casa y su trabajo.

el 15 sep 2009 / 15:54 h.

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Un joven con síndrome de Down puede comprar, planchar, cocinar y limpiar sin ayuda. Lo que necesita es alguien que entienda que es capaz. Aspanri lo ha hecho tutelando un piso en el que cinco chavales conviven llevando adelante su casa y su trabajo. Las cargas de todos, con las que ellos también pueden.

La Asociación Aspanri Down, que lleva 27 años trabajando en Sevilla con las personas con discapacidad psíquica, ha dado un paso poco usual entre los padres y madres que suelen conformar estas entidades: se ha convencido de que a los hijos "no se les debe sobreproteger toda la vida", que deben convertirse en "ciudadanos autónomos" y "que pueden y deben llevar su vida". Lo afirma, reconociendo lo costoso de la decisión, la presidenta de Aspanri, Paulina del Barco. Habla la madre, no la portavoz. "Vimos que necesitaban independencia, que los arropamos en exceso, y para eso lo mejor es vivir solos". Y se pusieron manos a la obra.

Primero hicieron gestiones con el Ayuntamiento de Sevilla, tratando de lograr una VPO o algún tipo de facilidad en la adquisición de una vivienda, "pero nada". Después lograron una ayuda de La Caixa con la que no les llegaba para adquirir, pero sí para alquilar. Al final, se decidieron por un piso en Amador de los Ríos, una calle con facilidades de transporte, llena de servicios y tranquila, en la que los chavales pudieran encontrar todo lo que necesitaran. En febrero, relata la presidenta, entraron los primeros jóvenes, chavales de entre 25 y 30 años con síndrome de Down o alguna otra discapacidad psíquica.

Se diseñó un modelo de convivencia segregado, chicos por un lado y chicas por otro. Unos residen en la casa durante cinco días, de lunes a viernes, y al lunes siguiente le toman el relevo sus compañeros; los fines de semana son para estar con sus familias, "porque no se puede forzar la máquina tan pronto y la familia es un pilar fundamental para ellos", reconoce Del Barco.

Un monitor les acompaña en el piso, pero "sólo les muestra el camino, sólo les orienta". Son ellos los que compran, ponen la mesa, cocina, limpian su casa... Rutinas cotidianas que compatibilizan con sus puestos de trabajo -todos los participantes en el proyecto están empleados-, sus quedadas, su vida normalizada. En estos meses, confiesa la presidenta, los jóvenes han tenido un avance "muy positivo", porque han ido ganando "en confianza y en destreza" y ahora asimilan bien las tareas y "ponen muchísimo empeño". "Más que el de muchos jóvenes que se van de casa y se despreocupan de su vivienda", añade con orgullo la representante de Aspanri.

Paulina del Barco constata que la experiencia, en los primeros meses, logró mejores resultados entre las mujeres que entre los hombres, porque ellas son más autónomas "con la cocina o con la ropa" pero "normalmente en su casa han tenido menos libertad". Ahora "todos están encantados y, tras el mes de vacaciones de agosto, estaban deseando regresar". Por los mismos motivos que nos moverían a todos: "porque han hecho amigos y quieren ver de nuevo a su pandilla".

Sobre esta experiencia pionera en la ciudad amenaza, sin embargo, un nubarrón, el de la financiación. La subvención de La Caixa expira el 31 de diciembre y no es prorrogable, por lo que Aspanri busca quien siga financiando el proyecto. "Esto le sale barato a la sociedad, pero para los chavales es un tesoro".

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