Cultura

Bermejo: «No hay novela sin aventura»

"No hay novela sin aventura. Todas tienen que proponer un viaje, aunque sea alrededor de una habitación o de uno mismo. Escribir es eso, una herramienta de conocimiento de uno mismo". Son palabras de Álvaro Bermejo (San Sebastián, 1959).

el 15 sep 2009 / 07:14 h.

"No hay novela sin aventura. Todas tienen que proponer un viaje, aunque sea alrededor de una habitación o de uno mismo. Escribir es eso, una herramienta de conocimiento de uno mismo". Son palabras de Álvaro Bermejo (San Sebastián, 1959), un autor conocido en Sevilla por haber ganado el premio Ateneo de 2001 con La piedra imán, y que esta semana regresó a la capital hispalense para presentar El evangelio del Tíbet, II premio Ateneo de novela histórica.

Esta vez Bermejo invita al lector a viajar al Himalaya. Allí, un paleógrafo español se enfrentará a un misterio que pondrá en duda la muerte de Cristo en la Cruz, los lugares comunes en torno a la Resurrección o la identidad del célebre Buda Blanco que llegó al Tíbet en el siglo I.

El autor donostiarra subraya que su novela "no es una superchería, ni un ensayo filosófico", y prefiere definirla como thriller arqueológico, aunque esa denominación tenga sus connotaciones peyorativas. "He intentado no hacer literatura barata, todo lo que digo está fundado en documentos históricos", asevera. "No es una novela para creyentes, sino para dudantes".

En opinión de Álvaro Bermejo, "la Iglesia tiene que acostumbrarse a que pongan en duda sus dogmas, porque es la única forma de mantener vivo el mito", dijo. "Ahora bien, me resulta contradictorio que hoy haya barra libre para criticar a la Iglesia Católica, pero caigamos en el papanatismo con el Dalai Lama, que lleva la misma púrpura que Benedicto XVI".

Sobre los recientes conflictos entre chinos y tibetanos en plenas vísperas de la celebración de los Juegos Olímpicos de Pekín, Bermejo se manifiesta "a favor de los tibetanos, pero los de base. No olvidemos que los monasterios tenían, antes de la llegada de los chinos, su propio ejército y un régimen bastante represor".

Consciente de la gran importancia que tienen las manifestaciones religiosas en Sevilla, el autor añadió que "adoro esta ciudad, pero me gustaría que no hubiera tanta religión folklórica y un poco más de ayuda a los demás. No me gusta que la gente haga alardes de fe", apostilló.

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