El Correo de América

Billete de ida con destino a un sueño

Perú. Lita y Javier no se conocen. Ninguno sabe de sus respectivas experiencias, pero ambos emprendieron un viaje. El mismo, pero con sentidos opuestos.

el 09 ene 2015 / 12:36 h.

LITA-SANTOS LITA VICTORIA ALIAGA Natura de Chosica (Lima) «Soy una peruana muy trianera» Son las palabras que Lita utiliza para definirse a sí misma. A sus 46 años, esta peruana, natural de la conocida como Villa del Sol -Chosica-, puede presumir de haber derrochado coraje, ilusión y ganas para empezar una nueva vida en una ciudad que no conocía y sin más expectativa que el recuerdo de su hija. Auxiliar en geriatría, pasa los días dedicándose a lo que le apasiona, «el cuidado de los más mayores». Lita ya se considera una sevillana más y hoy, quince años después, «sigo sin encontrar las palabras para agradecer todo lo que me ha regalado esta ciudad». JAVIER MORENO Natural de Sevilla De oficio periodista y de alma aventurera Javier, de 45 años, guarda en si ese carácter aventurero del que solo presumen algunos mientras el resto lo admiran. Casado con Gaia, la madre de sus dos hijos, confiesa que la distancia le ha obligado a bloquear determinados pensamientos para «no sufrir». Y es que ya son más de cuatro años los que Javier lleva instalado en Lima. Dejó los micrófonos radiofónicos españoles para emprender la aventura de su vida. La rutina lo empujó. Hoy, se confiesa feliz y adaptado a una capital que le fascina, aunque más aún su gastronomía. SUS HISTORIAS Corrupción. Lacra nacional. Desastre social generalizado que está dinamitando la imagen de la marca España. Evidencias legitimadas por las certezas de dos personas que nada tienen en común si no fuese porque un buen día decidieron emprender caminos inversos. Desde la capital de Perú -Lima- Javier Moreno se asoma a la ventana de la actualidad española con el pavor de reconocer el triste panorama que las incesantes noticias de la clase política nacional están dibujando en su país. Y es que «España huele ya más a corrupción que Perú». Es exactamente la misma sensación que Lita Victoria Aliaga siente cada vez que consulta los «noticiarios» españoles. Desde el barrio de Triana, Lita, natural de la conocida como Villa del Sol -un pueblo peruano muy cercano a Lima-, asiste incrédula al devenir de un país «que incomprensiblemente no tiene mecanismos de control que impidan esas indigentes situaciones». Para Lita, la España de ahora tiene muchos puntos en común con el Perú al que hace 15 años tuvo que renunciar. «La política ejercida por el entonces presidente Fujimori desbarató todas las esperanzas de progreso», relata una mujer curtida en base a esfuerzo y mucho trabajo que no puede dejar de emocionarse al recordar su llegada a Sevilla, en 1999. «Hasta entonces no comprendí lo que esa decisión significó. Rompí con todo y atrás dejaba a una hija, pero necesitaba venir en busca de un futuro mejor». Necesidad. Pero la necesidad puede tener infinidad de variables. La de Lita fue necesidad laboral. La de Javier, totalmente distinta. En su Sevilla natal, «tenía una vida cómoda pero ansiaba un cambio profesional y personal». Así comenzó la historia de su escape, con una excedencia laboral y un billete de ida -dos, mejor dicho, porque le acompañaba su mujer, natural de Perú. Javier dejó atrás una ciudad de la que ahora disfruta Lita. Trabajadora incansable, dejó su primer trabajo como interna para volver a estudiar y ampliar sus estudios de enfermería. Se especializó en geriatría y hasta hoy no ha dejado de trabajar al servicio de la Ley de Dependencia andaluza. Precisamente ese es el motivo por el que algunas veces tiene que soportar comentarios groseros que vienen a representar «esa parte de la sociedad local que nos acusa de estar robando trabajos a los sevillanos». Y ese rechazo no existe en Perú hacia los que llegan de fuera. «En las ciudades peruanas los inmigrantes, ahora, tienen acento ibérico y jamás he escuchado ni un discurso xenófobo hacia nosotros. Perú nos está dando una lección», dice con cierto sonrojo Javier. Dos años tardó Lita en poder reunirse con su hija y algunos más con su madre. Hoy, ha rehecho su vida y aunque no deja de echar de menos a su tierra con una «sensación de añoranza constante», no se plantea el regreso «si no es de vacaciones». Todo lo contrario le ocurre a Javier, que aunque siente que aún no ha llegado el momento, últimamente se pregunta con frecuencia la fecha de vuelta. Quizás es que el recuerdo de su madre le pesa demasiado. «Echo de menos darle un beso, un almuerzo con mis hermanos o pasear por el centro de mi ciudad». Ese centro que Javier extraña es el mismo que Lita disfruta pateándose cada uno de sus rincones, aunque su lugar favorito se encuentra en Los Remedios y en el Parque de Los Príncipes, quizás por esa costumbre tan peruana que invita a reunirse en las zonas verdes de las ciudades. Una tradición que Javier ha tomado como propia. Y es que a este periodista sevillano le atrae una capital «que te obliga a estar siempre alerta, a la que te habitúas o no tienes nada que hacer y que no se parece en nada a Sevilla». En eso coincide con Lita, quien aunque no es Lima la ciudad que le recuerda a la urbe hispalense, sí lo es su pueblo natal, Chosica, la Villa del Sol. «Mirar al cielo de Sevilla es sentirme más cerca de mi tierra», afirma con ese brillo en los ojos que sirve de preámbulo al incipiente lagrimeo, el mismo que recorre sus mejillas cada Viernes Santo de madrugada cuando se detiene ante la embajadora de Triana más sevillana, la Esperanza. Lita tiene muy claro su gentilicio: «Yo soy una peruana muy trianera». Lita y Javier. Ciudadanos de un mismo mundo que a 9.000 kilómetros de distancia guardan más sensaciones comunes de las que ellos mismos puedan pensar. Son personas que emprendieron el viaje de sus vidas y  para el que solo hacía falta cerrar la maleta más importante, la que se carga de ilusiones, ganas y valentía. Ambos pasaron momentos duros. Hoy ya se sienten parte de esas ciudades que los acogieron porque, como dice Javier, «el día que sales a la calle en una ciudad nueva y no te sientes como un turista, puedes decir que eres uno más».

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