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Bodas de oro en el Tiro de Línea

el 15 sep 2009 / 01:54 h.

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Con los pies colgando en los banquitos de Almirante Topete, los niños esperan ataviados con sus túnicas a que sus padres los lleven a la iglesia. Presente y futuro de hermandad de barrio que cumple sus bodas de oro en esta Semana Santa. No es mediodía, pero el Tiro de Línea ya despierta con sones de homenaje.

Los más pequeños rodean el monumento a los mayores, como si fuera un coro improvisado, mientras que algunos de sus familiares se refrescan del calor de la mañana con una cerveza en el bar Molina. Pero la tranquilidad aparente se tornó en expectación con sólo cambiar de calle y llegar a Romero de Torres. Allí, apostados contra las vallas, los vecinos del barrio del Tiro de Línea, tanto los de ayer como los de hoy, esperaban a la hermandad de Santa Genoveva. Sólo unos pocos, los afortunados, tenían lugar de privilegio desde los balcones frente a la iglesia de San Ignacio de Loyola.

Juana Morales fue de las primeras en acudir a la llamada del barrio. Dos horas antes de que saliera la cruz de guía, custodiaba un lugar privilegiado, como hacía cuando era niña y vivía en el Tiro de Línea. Ahora su hogar está en Ramón Carande, pero su corazón, junto al de sus nietos, que hacían estación de penitencia, estaba en su barrio.

Una heroicidad. El barrio rompió en aplausos en cuanto la hermandad no pudo esperar más y, diez minutos antes de lo previsto, abría las puertas del templo. En el interior, la emoción pudo con más de uno, sobre todo los más mayores, aquéllos a los que, allá por 1958, llamaron "locos" por intentar la "heroicidad" de hacer la estación penitencial a la Catedral desde el extrarradio, algo que resultaba impensable para los más puritanos de aquella época.

De eso hace ya medio siglo. Y la hermandad del Tiro de Línea se encargó de recordarlo en cada detalle, como la nueva túnica que portaba El Cautivo o que, ya de vuelta a casa, recorriera el corazón del barrio, desde la calle Tello de Guzmán hasta su templo, algo que no hacía desde la Expo'92.

Era mediodía de aniversarios, pero los hermanos prefirieron dar un homenaje más particular y alejado de sus bodas de oro en la Semana Santa. El Cautivo se dispuso a dar el primer paso para cruzar el dintel de la puerta cuando el capataz, Carlos Villanueva, llamó al hermano mayor, José Enrique Orellana, para que diera el primer golpe de llamador.

"Gracias al Cautivo está con nosotros", dijo el capataz, consciente de que se estaba restableciendo de un problema de salud que le sobrevino a finales del año pasado. Mientras el paso encaraba la calle, Orellana se fundía en abrazos con sus compañeros de penitencia.

Mercedes gloriosa. Las filas de nazarenos del palio entraban al templo desde un lateral para salir seguidamente al cortejo procesional. Un ritual necesario dado el gentío que había no sólo fuera de la iglesia, sino puertas adentro.

Y entonces llegó el golpe de llamador desde un rincón de la iglesia. La Virgen de las Mercedes estaba preparada para mostrar su rostro, restaurado hace poco. Los costaleros pisaron con fuerza la rampa, sacaron a la dolorosa a duras penas e hicieron estallar de júbilo a los vecinos.

Una saeta y una lluvia de pétalos siguieron a este arranque de alegría y dieron el estímulo necesario a los costa-leros para llevar en volandas a su Virgen al corazón de Sevilla.

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