Génesis, capítulo 4, Versículo 8: "Y dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató". Es el origen bíblico de esa actitud tan practicada por estos lares que lleva al aficionado a desear la "muerte" (figurada) de su "hermano" (deportivo, claro). Viene el derbi, partido único para los dos equipos de la ciudad, y lo vivirán con mayor intensidad, si cabe, que la de cualquier otro. Para el Sevilla es un encuentro vital, ya que, de ganar, mantendría abiertas las puertas de la Champions.
Por ello, la motivación deportiva es de sobras suficiente para afrontarlo. En esta ocasión, le resulta indiferente el equipo que tenga enfrente el domingo. Tiene que ganar. Pero el del Betis es un caso muy distinto. Ya ha conseguido su salvación matemática y, por lo tanto, su objetivo. Además de tratar de clasificarse lo más honrosamente posible, la motivación primaria de todos unos colores es la de apear a sus "queridos" enemigos de su sueño. Nada regocijaría más a un bético la mañana del lunes que el cafelito con el sevillista comentando los goles de su equipo. Como así sería si la situación fuera la inversa. Le comentaba el otro día a un bético que si no le gustaría que su equipo se "relajara" para que su "hermano" entrara en Champions, tal y como hemos visto hacer a los equipos del norte. No hace falta describir su cara ni su respuesta.
Y es que, por desgracia para nuestra ciudad, en Sevilla somos más cainitas que nadie. Aunque luego nos alegremos personalmente por la felicidad del pariente, amigo o conocido del equipo rival. Pero que pierda siempre. Por cierto, Caín se casó, fundó una ciudad, Enoc, y una casa, y Dios le perdonó. Y consiguió también su sueño.
