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Casa sevillana en Palestina

Jaime es arquitecto pero nunca había hecho una casa con sus propias manos, y menos aún en 15 días. Pero este verano ha ayudado a levantar "dos y media" en ese tiempo, y no en cualquier sitio: están en la ciudad de Anata, ocupada por palestinos a los que Israel destruye una y otra vez sus viviendas para intentar rendirlos.

el 15 sep 2009 / 09:13 h.

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Jaime es arquitecto pero nunca había hecho una casa con sus propias manos, y menos aún en 15 días. Pero este verano ha ayudado a levantar "dos y media" en ese tiempo, y no en cualquier sitio: están en la ciudad de Anata, ocupada por palestinos a los que Israel destruye una y otra vez sus viviendas para intentar rendirlos.

Él es uno de los siete sevillanos que han pasado allí 15 días, colaborando con el Comité Israelí contra la demolición de Casas y la ONG Paz Ahora, para intentar adecentar las condiciones de vida de la población.

Antes de irse, Jaime explicó a El Correo que era su primer viaje a Palestina, y que hacía mucho tiempo que estaba deseando ir para conocer de primera mano el conflicto y poner su granito de arena para ayudarlos. Ayer confirmaba su impresión: "He vuelto con ganas de irme otra vez, porque ha sido estupendo, pero un poco triste por la situación en la que viven los palestinos.

Cuando no les pones cara sabes que tienen dificultades, pero es distinto, yo ahora dejo allí gente con la que he trabajado, que he conocido, y me siento mucho peor". Por eso considera que su tarea no ha acabado: "Ahora lo que hay que hacer es trabajar desde aquí para conseguir apoyo político internacional y que se resuelva de verdad la situación en la que viven".

Atravesar los checkpoints o barreras de control y hacer cola a la espera de que los revisaran cada vez que querían desplazarse lo ayudó a tomar conciencia de las "condiciones de humillación y opresión en las que viven", peores de las que él esperaba.

La comitiva, formada por siete sevillanos y otros diez españoles, iba a rehacer la vivienda de Nadir Elayyan, bombardeada en mayo de 2004 porque no tenía licencia, como todas las de la zona, porque se les niegan sistemáticamente. Desde entonces Nadir, su esposa embarazada y sus dos hijos vivían en una pequeña casa con la familia de su hermano, que tiene cinco hijos. El día antes de regresar a España les entregaron las llaves de su nueva casa, con el agua y la luz a punto.

Satisfecho, Jaime cuenta que su trabajo fue "de peón: llevando carretillas de arena para hacer mezcla y cubos de grava, obedeciendo a las cuadrillas de palestinos más expertas". Algunos días no había trabajo, pero otros les dedicaron ocho horas, "a piñón". El resultado ha sido una vivienda de unos 60 metros en una sola planta, con salón, cocina, baño y dos habitaciones.

No fue lo único que hicieron, porque al llegar se toparon con que el encargo era de dos casas en vez de una. "Lo que falta no es mano de obra sino materiales, y al llegar tenían para más de dos casas, así que las hicimos". Laura, de 23 años y recién licenciada en Periodismo, coge su testigo: "Y se tienen en pie, que es lo más fuerte", bromea.

También era su primera experiencia en la zona, casi su primer contacto. "Creía que iban a ser más parecidos a nosotros pero cuando llegué, pensé ¡Madre mía! al ver cómo viven". Por eso, lo que más le llamó la atención fue "que con todo lo que han sufrido siempre estaban sonriéndonos y ofreciéndonos todo lo que tenían. Eso fue lo que más me sorprendió: su calidez".

Su estancia, en una casa que ya había sido destruida -y reconstruida- cuatro veces, les dejó tiempo libre cuando no había trabajo para conocer a los residentes, su modo de vida y sus preocupaciones. Laura dice que todavía no tiene una conclusión sobre su experiencia: "Es que acabo de volver, han sido muchas cosas y todavía las estoy asimilando". ¿Pero volverías a ir? "Sí, claro que volvería".

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