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Cerrojazos por imposición y huidas en desbandada

La crisis entremezcla la asfixia de empresas con la deslocalización de multinacionales.

el 09 mar 2013 / 19:27 h.

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Merkamueble SA, la filial del grupo sevillano de muebles que gestiona cuatro tiendas propias -dos en Sevilla, una en Málaga y otra en El Puerto de Santa María-, ha sido la última en anunciar que ha presentado la solicitud del concurso de acreedores. Y eso que presentó el preconcurso de acreedores el verano pasado para ganar tiempo y negociar con los bancos una refinanciación de la deuda. La falta de liquidez y el mal momento para vender activos inmobiliarios le han obligado a tomar esta decisión. Las fuertes inversiones realizadas en los últimos ejercicios y un hundimiento del 75% en las ventas del sector del mueble han generado un indigesto cóctel.

A veces coincide con esas razones -sequía de crédito, ausencia de liquidez o de posibilidades para generarla, caída del consumo, el cierre de empresas clientes...- pero en otras ocasiones simplemente hay empresas, sobre todo multinacionales, que deciden que es el momento de bajar la persiana. No es que de ello dependa su supervivencia, sino que han reducido beneficios o han tocado por vez primera los números rojos. Es lo que se conoce como deslocalización industrial, fenómeno que la provincia de Sevilla está sufriendo con especial virulencia en los últimos meses. La fábrica de Roca, la factoría de Danone, la planta de la envasadora de aceite Cargill... son solo los casos más recientes.

Un año antes, la clausura de los Donuts de Panrico, de los colchones Flex -la plantilla criticó que era un traslado de producción a Portugal- y de Maderas Polanco también supusieron un mazazo laboral, que se ha resentido especialmente al municipio de Alcalá de Guadaíra, donde se asentaba buena parte de estas firmas. A estas salidas, hay que sumar los ajustes laborales presentados en otras compañías como Santa Bárbara Sistemas, la aeronáutica Alestis o el parque temático de Isla Mágica, recientemente adquirido por un grupo francés.

Pero ya por razones estrictamente económicas, que son las que el juez considera para declarar el concurso de acreedores, la sangría ha sido constante en el último lustro en Sevilla. Quedan grabadas en la memoria de los ciudadanos los casos de históricas enseñas como Pickman La Cartuja, que parecía que podía rehacer sus platos rotos de la mano de un empresario malagueño, pero la falta de aval de la Junta ha impedido despejar el futuro, al menos hasta ahora. O el de Astilleros de Sevilla y el lento hundimiento de su actividad naval tras la privatización y compra por parte de Astilleros de Huelva; el apagado de los hornos de Fundiciones Caetano, que está previsto que una firma francesa -que se hizo con las instalaciones y parte de la maquinaria de Guillena por 7 millones en su liquidación- recupere la actividad a partir del próximo septiembre; la caída de la constructora Azagra y de la promotora de VPO Dolmen, así como de Novaindes, asfixiada por una deuda de 200 millones.

Aunque si hay un referente de la crisis inmobiliaria en Sevilla y que por fecha puede considerarse el principio del fin, aunque con una casuística muy particular, sin duda es Contsa, que gestionaba José Salas Burzón, que permaneció en prisión acusado de estafa piramidal, dejando un agujero de 88 millones. Es uno de los mayores concursos de Sevilla, con 1.700 acreedores, en su mayoría pequeños inversores, y que lleva cinco años en esta situación.

A la histórica textil Hytasal, también en concurso de acreedores y cuyos trabajadores pelean ahora en un último intento de reflotarla, se suman otras firmas del sector que no han podido resistir el embate de la competencia china. Confecciones El Rubio ha sido de los últimos en caer en ese listado de las quiebras, en el que ya se sumió la firma de trajes de flamenca Roney tras la salida de uno de los socios. Lienzo de los Gazules también sucumbía a la caída del consumo. Corría el año 2010. En 2013 el listado sigue engordando sin visos de mejora.

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