Ópera de bolsillo denomina Carles Santos a su último espectáculo, El fervor de la perseverancia. Tras contemplar sus siete anteriores propuestas, es obvio constatar que éste es su montaje más sencillo y sereno, al menos por la parte que le toca al creador, cuyo piano, por una vez, no se ve sometido a ninguna agresión.
Tiene un principio impactante: Santos se apresta a tocar una trepidante pieza repetitiva mientras una coreografía de lámparas interrumpen una y otra vez la música estrellándose contra el suelo. Posee también el montaje momentos de genio como el striptease masturbatorio de Anna Ycobalzeta alrededor de una lavadora al ¿ritmo? de un coral religioso.
Su carnal presencia se vuelve luego turbadora en la secuencia final, poco después de que Santos interprete Bujaraloz by night, acaso su mejor obra puramente musical. Y delirante y provocador resulta el pornográfico homenaje a Chopin por medio de un corto de dibujos animados.
En este fervor (que es también una declaración de amor a la música contemporánea) todo sucede en secuencias, quizás falte un hilo conductor, pero acaso sea mejor así: un puzzle de situaciones incomprensibles y a la par, profundamente seductoras.
No nos dice mucho el guiño del valenciano a los clásicos, y las canciones de Wagner y Wolf sólo se comprenden como un personal homenaje del maestro Santos puesto en boca de la esforzada voz de Ilona Schneider.
Puede que no todo lo que sucede durante el metraje sea bueno, pero sí es nuevo, y con eso debería bastar. Su perseverancia en salirse de la ortodoxia le hacen reinar en un mar de academicismo. Por eso, su próximo espectáculo -sobre Joan Brossa-, debería estar en el Central ya, cuanto antes.
