Amanecía la jornada del Lunes Santo con un cierto optimisto con respecto al tiempo. Al margen de lo que contaban las primeras predicciones, lo cierto es que el cielo de Sevilla se tornaba entre el azul y el blanco de algunas nubes altas que se asomaban sin mucho riesgo. Según avanzaba el día, y los sevillanos iban llenando las calles de la ciudad, el color cambiaba y los primeros paraguas se abrían. No obstante, no supuso ningún impedimiento para que los alrededores de los templos de las hermandades de la jornada se convirtieran en un ir y venir de cofrades deseosos de contemplar los pasos de estas corporaciones.
El arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, dirige unas palabras a los hermanos de Las Aguas junto al paso de palio de la Virgen de Guadalupe.
Había muchas ganas de Semana Santa. Más cuando los sevillanos aíun guardaban ese mal sabor de boca que les dejó una jornada como la del Domingo de Ramos, truncada por la lluvia. Era una mañana de visitas a los templos, de capa y de cola, de barrios y del centro. Desde muy temprano, las autoridades comenzaban un recorrido que tuvo su primera parada en San Pablo y Santa Genoveva. Sus salidas tempraneras así lo recomendaban.
En San Gonzalo, la expectación subía según avanzaban los minutos. Nadie quería dejar de ver a la Virgen de la Salud y al Señor del Soberano Poder. Ni siquiera la subdelegada del Gobierno, Felisa Panadero, que fue recibida por los miembros de la junta de gobierno de la corporación Trianera.
Flores llegaban hasta la hermandad del Museo de manos del hermano mayor de las Siete Palabras, Antonio Sánchez Padilla. Al lado del Bellas Artes volvía a lucir en todo su esplendor el Santísimo Cristo de la Expiración. Ofrendas que se recibían en San Vicente y también en Veracruz, esta vez desde la calle Feria. El hermano mayor de Monte-Sión, Rafael Buzón, les deseaba buena estación de penitencia. Ayer de nuevo, con la triste coletilla de si el tiempo lo permite.
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