Feria de Abril

¿Cómo explicárselo al chino de las pompas?

Un viernes de manual. Calor, ambientazo, negocio y espectáculo, claves de la jornada. Todo se conjuntó ayer para que la fiesta viviera el mejor día desde su inicio. (FOTOGALERÍA)

el 09 may 2014 / 21:44 h.

Ambiente del viernes de Feria. / Foto: Carlos Hernández Ambiente del viernes de Feria. / Foto: Carlos Hernández   (FOTOGALERÍA. Ambiente del viernes en la Feria) ¿Se ha fijado alguien en los leggings que llevan algunas vendedoras de flores este año? Al lado de ellas, Mi Pequeño Poni va de luto riguroso. Qué cosa más lisérgica. Una prenda así se pondría Jim Morrison para tirarse en el sofá a ver El virginiano los domingos. Liberté, Horterité, Fraternité: ese podría ser el lema de una fiesta en la que cada uno viste como le da la gana, incluidas las bermudas, con gran disgusto de los que se atribuyen la última palabra en materia de moda (que son esos que han decidido que a la Feria se va con corbata, así exploten de calor las garrapatas en los cogotes de las bestias). Esa diversidad en la indumentaria añadió colorido ayer a una tarde perfecta en la que todo se conjugó para dibujar una Feria ideal: gente abundante, sin llegar al molesto nivel ejército de orcos de años atrás; la justa proporción de caballos por metro cuadrado, bastante para componer un lindo espectáculo cañí pero sin tener que pasar por encima de una mula torda para pedir una cerveza; negocio abundante; casetas ambientadas pero sin asfixia; paz en el mundo y, reinando sobre todas las cosas, un solazo maravilloso que hizo diabluras con las calvas pero que de vez en cuando se compadeció del respetable dejando pasar una brisita reconfortante la mar de apañada. Ambiente del viernes de Feria. / Foto: J.M.Paisano Ambiente del viernes de Feria. / Foto: J.M.Paisano Para que el turista le comprase un clavel, la rumana de los leggings le dijo que mirase cómo le temblaba la mano de hambre. Le temblaba tanto como a la Diana cazadora del Museo Arqueológico. Pero si hay que hablar de estas vendedoras, ¡qué no decir del chino de las pompas! El chino de las pompas es básicamente un señor que va disparándole a uno amorosamente, con un arma de repetición, cientos de pompas de jabón en las orejas. Ayer toda la Feria fue una pompa viva. No sabía uno si estaba en la esquina de Pepe Hillo con Joselito el Gallo o en una piña debajo del mar. La pistolita es la gran protagonista de las calles de los farolillos, los niños no quieren otra cosa, pero habría que decirles a sus amables vendedores que relajen un poquito la presentación del producto, por caridad, porque hacer engullir al prójimo tres litros de burbujas de jabón provoca ardentía. Vale, las gambas estarán en su salsa, pero el ser humano se resiente. Hablando de seres humanos: a la vista de las actitudes y comentarios de ayer, la fauna de la Feria se podría dividir en categorías diversas: los que dicen la portada y los que dicen el arco; los que van a mirar y los que van a ser mirados y, sobre todo, aquellos que cuando les piden de sopetón que canten unas sevillanas, tiran por Algo se muere en el alma o por Mírala cara a cara que es la primera. Y caben muchos más apuntes sobre la naturaleza humana a partir de la observación de los especímenes. Por ejemplo, la gente ya no se para: la gente posa. Es un automatismo de última generación. Flamencas a caballo, pichirichis con flequillo, paisanos en general: nada que ver con lo que se estilaba hace quince años. Hace quince años, se hacía una foto de familia y eso era un póster del Betis: todos de frente, alineados, iguales. Ahora, la gente en general, y en particular la chavalería, vive en un permanente posado en plan modelo. Te hacen así con el pelito, la sonrisa, la manita, el perfil, en fin. Espectacular. Ayer resultaba muy llamativo, sobre todo cuando se interpretaba desde lo alto de un caballo. Llegada a la estacion de Santa Justa de foráneos para visitar la feria. / Foto: José Luis Montero Llegada a la estacion de Santa Justa de foráneos para visitar la feria. / Foto: José Luis Montero Pero la nota antropológica más escalofriante de toda la jornada no la produjo nada de esto, sino un hombre vestido de Tiger, el tigre de Winnie The Pooh. Semejante cantidad de felpa envolviendo a una criatura humana a 734 grados centígrados justifica sobradamente que el señor en cuestión fuese vendiendo globos con forma de cosas. Había otro vestido del gato de Schrek, pero ese tuvo que ponerse a la sombrita de la portada (o arco) ya que se le estaban yendo las vidas más rápido que a un adicto al Candy Crush. Porque eso sí: la Feria llevará ahí en Los Remedios desde el 73, pero los árboles ya podrían haberse desarrollado un poquito más, que se llaman plátanos de sombra como podrían llamarse plátanos de Canarias, visto lo poco que arrojan sobre el albero. Una tómbola de esas en las que el tipo se pega el micrófono a los labios y todo suena como una enorme letra pe (o sea, una tómbola) animaba a conseguir un Pum Laiyía. Lo gritaba con buen ánimo, porque finalmente la Calle del Infierno se puso de bote en bote, para satisfacción del elemento feriante, que ya lo daba todo por perdido. Por cierto, que se echa de menos en el parque de atracciones una buena montaña rusa. Con todo, muchos de los cacharritos bajaron los precios a 3 euros, tal y como estuvieron el sábado de preferia, y se ve que el estímulo ha provocado la respuesta deseada. Es curioso cómo funciona el ser humano, y lo primitivo que es. En la Feria se comprueba con tristeza, haciendo cola ante los servicios, qué poco justificado está el engreimiento de una especie que se orina por las patas a la segunda cerveza. Y mientras algunos se dan pompa, ya sea a pie o a caballo, hay un pepito grillo con cara de chino que echa las pompas a la cara y lo pone a uno en su sitio. Ya lo cantaba Silvio: No busques más que no hay. Pues eso.

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