Rafael Ricardi ha dejado muy atrás la cárcel salmantina en la que ha estado la mayor parte de su cautiverio, pero con él ha viajado su pasado que pesa mucho más que el reducido equipaje que portaba. Trece años en prisión no pueden borrarse de golpe y ahora parte de cero en busca de una nueva vida.
En su viaje en coche hacia El Puerto decía que tenía "los ojos como platos" para verlo todo. Durante los primeros minutos en los que pudo saborear la libertad ya empezó a ser consciente de que son muchas las cosas que han cambiado desde que en 1996 ingresara en prisión por una violación que no cometió. El teléfono móvil con el que pudo contactar con su hija para darle la gran noticia fue casi un descubrimiento para el portuense. También se percató de que había cambiado el paisaje. Contempló con asombró las grandes dimensiones de los parques eólicos desde la carretera.
Rafael Ricardi, que sufría de ansiedad a la salida de la cárcel, ha conseguido aplacar sus nervios rodeado de sus seres queridos. "No paraba de subir gente", explicó su abogada, Antonia Alba, quien le acompañó a casa de su hermana, donde le visitaron su hija y otros familiares.
Ahora parte de cero para recuperar el tiempo perdido. Rafael carece de recursos económicos y le espera un difícil camino hacia la reinserción social. Pro Derechos Humanos, quien le ha proporcionado la representación jurídica, ha hecho un llamamiento a las instituciones públicas y a otros colectivos sociales para que le brinden todo su apoyo. "Este proceso es muy complejo y habrá que ir buscando la forma de salir adelante. Confiamos en que pueda rehacer su vida después de tanta inquina y tanta crueldad que ha habido con él", señaló el portavoz de la asociación, Rafael Lara.
