Cofradías

Con todos los avíos de una jornada de Semana Santa

Los sevillanos se echaron a la calle para visitar los templos cuando conocieron la decisión de la hermandades de no sacar las imágenes. Las colas volvieron a las iglesias y los bares fueron los beneficiados.

el 17 feb 2013 / 21:06 h.

Al sevillano de a pie lo que le gusta es echarse a la calle, sea para lo que sea. Es la idiosincracia de una ciudad que no se entiende sin la convivencia al aire libre, sin la bulla y sin hacer una cola sea para lo que sea, sin una barra de bar y sin un chiste que contar. Y ayer fue un buen ejemplo. Con la excusa del Viacrucis de la Fe, y a sabiendas de que ya se habían suspendido las salidas de las imágenes que presidirían el pío acto en la Avenida de la Constitución, el centro de la ciudad presentaba la misma imagen que ofrece cualquier día de la Semana Santa. Miles de sevillanos visitando los templos para ver los pasos que no iban a poder ver en la calle, porque realmente el interés de los sevillanos estaba ahí y no en el Viacrucis. Para muchos, este acto era más que secundario.

Las emisoras de radio y las redes sociales abanderaron de nuevo el minuto a minuto de todo lo que iba ocurriendo hasta que la salida de los pasos quedó suspendida por la lluvia. No descargó con fuerza en ningún momento pero si lo suficiente para impedir la salida de las imágenes y para permitir que los sevillanos se echaran en masa a la calle. Los templos presentaban las mismas colas que cualquier día de la Semana Grande: auricular en la oreja, escudito en la solapa y señoras en mesas petitorias. El dispositivo de tráfico también impedía el acceso al centro de la ciudad. Demasiado exceso de celo tuvieron los guardias que vetando el paso de coches por la Puerta de Carmona a pesar de que no habría procesión alguna. Cosas que pasan.

A pocos metros de allí, los alrededores de la iglesia de San Esteban era un hervidero de personas ansiosas de ver cofradías. Los bares aledaños, una gran vara de medir la expectación que levanta cualquier acontecimiento, estaban hasta la bola. Dentro del templo esperaba el Señor de la Salud y Buen Viaje, que debía presidir la sexta estación del ViaCrucis, y no paró de recibir halagos y elogios de quienes optaron por visitarlo en su sede canónica, aunque lamentando que no fuera a cruzar el siempre difícil dintel de San Esteban. Lo mismo ocurría a pocos metros de allí en la iglesia de Santiago. La lluvia impidió que el Señor de la Redención volviera a salir por la calle Lanza tras la antigua Cruz de Guía de la hermandad pero los cofrades y curiosos formaron una gran cola para acceder al interior del céntrico templo.

La parroquia de San Vicente tampoco se quedó atrás. Tanto la entrada principal como la de Teresa Enríquez presentaban un buen número de gente entrando y saliendo para ver en su paso al Cristo de las Siete Palabras, que debía presidir la decimosegunda estación. La junta de gobierno de esta cofradía llegó a plantear sobre la mesa la posibilidad de salir por las calles del barrio a la caída de la tarde, una idea que no tuvo mucha aceptación según se pudo palpar entre algunos hermanos. En un corrillo, éstos opinaban que las cofradías deben ir todas a uno y que eso de salir por el barrio sería "desvirtuar el Viacrucis de la Catedral y dar la razón a quienes dicen que las hermandades se dedican al folclore".

Pero donde más se puede palpar si de verdad la gente se ha tirado a la calle, y donde radican dos de las tallas con más devoción en la ciudad es en la iglesia del Divino Salvador y en la basílica del Gran Poder. Antes de llegar a esta última ya se barruntaba que la plaza que vigila la talla de Juan de Mesa estaría casi con el cartel colgado de no hay billetes, valga la comparación. La riada de personas que caminaba por la calle camino de San Lorenzo se topaba nada más llegar con una gran cola que serpenteba por la plaza y que terminaba en la puerta de la basílica. Al mismo tiempo, las caja registradora de El Sardinero no paraba de de hacer clin-clin y la freidora de Casa Ricardo funcionaba a todo lo que daba.

Aunque iba rápida, sí había que tener un poco de paciencia para soportarla pero el Señor de Sevilla bien vale una larga espera. El panorama de la plaza también lo formaban los clásicos corrillos cofrades en los que se hablaba de la conveniencia o no de suspender las salidas de los pasos. En líneas generales, las voces opinaban que la decisión había sido acertada porque no hay que poner en juego el patrimonio de las hermandades. También algún cofrade puso en valor que falta muy poco para Semana Santa y que afortunadamente -si el tiempo no lo vuelve a impedir- se podrán ver los pasos en la calle con todo su esplendor. Era una pena perderse, y no se sabe hasta cuándo, la oportunidad de ver al Señor salir a las tres de la tarde. Un acto extraordinario para el que muchos se habían desplazado expresamente hasta Sevilla. Y en la plaza del Salvador, la imagen era muy parecida. Los bares completamente llenos haciendo su agosto y una enorme cola de personas entrando al templo para ver al Señor de Pasión en su paso. Y tampoco faltó el clásico despistado que, mapa de la ciudad en mano, preguntaba: "Oiga, ¿Ahí dentro qué ocurre?".


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