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Contrastes de luz y sombra

el 01 nov 2010 / 14:14 h.

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Con el apoyo de un público fiel y una nueva autogestión que sustituye a la que le prestaba Zanfoñamóvil, una de nuestras compañías más sólidas en materia de música antigua, la Muestra de Olivares alcanzó este fin de semana su decimosexta edición, manteniendo un nivel digno y equilibrado.

Josetxu Obregón trajo consigo el bagaje que le han aportado sus estudios en Holanda, su experiencia junto a prestigiosas formaciones europeas y sus actuaciones por todo el Mundo. Junto a él apreciamos las virtudes de la agrupación que lidera, La Ritirata, acuñando rigor y criterio historicista en sus interpretaciones. En esta ocasión se trató de ofrecer una visión de los distintos estilos compositivos que se daban en la Europa de los siglos XVII y XVIII, si bien salvo excepciones como la soberbia La Follia de Corelli, dejaron más sensación de monotonía que de diversidad.

De Chiaroscuro, un trabajo que sacaron al mercado hace un año, extrajeron las piezas de Telemann y Paisible, con cuyo Allegro de la Sonata en re menor lograron una acertada y agitada tensión. Se incorporaron otras obras de Kapsberger, Gabrielli y Vivaldi, de quien destacó la sobriedad del Largo de su Sonata RV47, así como un Fandango de Santiago de Murcia que Solinís y Zapico, ambos de regreso tras su actuación de hace dos años, interpretaron con notable agilidad y encanto. El programa destacó por la flauta dulce, que la israelí Tamar Lalo hizo sonar con extrema suavidad y virtuosismo técnico, pero sin suficiente madurez expresiva; y el cello barroco de Obregón, que el bilbaíno dominó con precisión y poética resolución.

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