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Cortando cabezas

Fui de los pocos miembros de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE que animó a Rodríguez Zapatero cuando, en esa instancia, planteó su deseo de solicitar permiso al Parlamento español para abordar un proceso de diálogo con ETA tras la tregua que los terroristas hicieron pública en marzo del 2006.

el 14 sep 2009 / 23:52 h.

Fui de los pocos miembros de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE que animó a Rodríguez Zapatero cuando, en esa instancia, planteó su deseo de solicitar permiso al Parlamento español para abordar un proceso de diálogo con ETA tras la tregua que los terroristas hicieron pública en marzo del 2006. El presidente estaba dispuesto a recorrer el camino que antes habían transitado, sin éxito, los otros presidentes de gobierno de la democracia que le habían precedido. Zapatero pretendía introducir una variante que consideré fundamental a la hora de arriesgarse en una aventura que -¡una vez más!- se presentaba complicada pero que era obligatorio explorar. La variante era la participación del Parlamento en la apuesta con el objetivo de blindarse ante ETA. Su mensaje a la banda, si el encuentro se producía, sería contundente: "Mi límite es la Constitución, y el Parlamento mi aval y mi juez." Sin duda, Zapatero pretendió huir de las debilidades que esa situación límite -el contacto con ETA- se apoderó del anterior presidente, José María Aznar, cuando, superando todo lo escrito sobre el síndrome de Estocolmo, llegó a pretender congraciarse con los asesinos llamándoles Movimiento Vasco de Liberación Nacional. Zapatero nunca cayó en ese síndrome y durante el tiempo de contactos siempre llamó asesinos a los asesinos.

Una segunda variable respecto a procesos anteriores radicó en el hecho de que Zapatero no acercó a las prisiones vascas ni excarceló a ningún terrorista durante el proceso, a diferencia de lo que hizo Aznar. Quienes recuerden el asesinato de un concejal vasco socialista a manos de Iñaki Bilbao, excarcelado por Aznar en ese tiempo, entenderá que Zapatero fue más duro que Aznar en sus contactos con la banda. Pero a pesar de que el presidente se encadenó al Parlamento para evitar cualquier tentación de sucumbir a los cantos de sirena al estilo Aznar, a pesar de no haber dado ni un solo paso que pudiera haber hecho creer a la banda que las llaves de la cárcel pasaban de las manos de los demócratas al bolsillo de los terroristas, el PP, y quienes lo apoyan mediáticamente, han conseguido hacer creer a una parte significativa de la población que Zapatero y el PSOE se han entregado de pies y manos a los asesinos de ETA. Y no era difícil hacer pasar esa falsedad cuando la derecha española considera patrimonio suyo la tarea histórica de terminar con ETA; ya lo dejó escrito Antonio Hernández Mancha, que fue Presidente nacional del PP, en un artículo en El País, el 26 de junio de 2006, en donde escribió literalmente: "Ya hemos dado por perdida una baza que sólo al PP correspondía: la de haber acabado con ETA. No demos por perdida la segunda, que es la reforma de la Constitución".

De nuevo, algunos hemos pretendido seguir apoyando a Zapatero, como lo hicimos con los anteriores presidentes, para que el gobierno de España busque líneas de entendimiento con el principal partido de la oposición, para que mientras gobierno, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y Justicia atacan hasta la saciedad al terrorismo, los partidos políticos no devalúen ese esfuerzo disociando nuestra imagen de unidad frente al terrorismo. La conferencia política del PSOE era el foro adecuado para reafirmar el discurso de Zapatero de que una mera tregua ya no será escuchada por los demócratas, y que el permiso y el apoyo que el Parlamento concedió para intentar la acción política deben incluir al principal partido de la oposición. Que la conferencia no se negara a discutir la iniciativa presentada indicó la limpieza de Zapatero en su lucha contra ETA. La iniciativa discutida no puso en aprietos ni en evidencia a Zapatero sino a Rajoy. Tal y como era previsible, aquellos que han acusado al PSOE de romper la unidad de los demócratas en la lucha contra el terrorismo, en lugar de celebrar que en el seno del PSOE se discutiera y aprobara la apelación al partido de la oposición como socio fundamental en la estrategia contra ETA, han guardado un incomprensible silencio, cuando no una desautorización de la propuesta.

El PP no ha querido ni hablar de esa iniciativa de los socialistas porque si ganara las elecciones de marzo reclamaría todo el protagonismo para luchar y utilizar el terrorismo en su beneficio electoral, mientras que si perdiera, desearía seguir utilizando el terrorismo y las víctimas para deteriorar a los socialistas. Iturgaiz lo dijo el pasado treinta de enero:" Queremos que gane el PP porque nosotros vamos a cortarle la cabeza a ETA". Pero si acaso no ganaran, ellos siempre tendrán a mano una cabeza que cortar: la de los socialistas. Para esa tarea siempre tendrán a un público entregado a estos cortacabezas; pueden llamar a la mujer de Sevilla que increpó al alcalde sevillano; esa, seguro que tendrá algún hacha afilada.

Los socialistas tenemos la desgracia de contar con víctimas de la banda terrorista que, al igual que ha ocurrido con la policía, la guardia civil, la judicatura, los partidos, los periodistas, los militares?, han llenado de dolor y de ausencia nuestros corazones y nuestros hogares. Eso no nos da más autoridad moral para hablar de las medidas antiterroristas que a quienes, como la Iglesia Católica, han tenido la suerte de no tener que enterrar y llorar a algún miembro directivo de su organización. Pero también tenemos la ventaja de no encontrar entre nuestras filas a nadie que simpatice o colabore con ETA y eso sí nos concede mayor autoridad para dejar en nuestras conciencias la idea limpia de que, con aciertos y errores, los etarras no encontrarán jamás en nuestra filas ni perdón ni comprensión; si acaso alguno de los nuestros se dejara deslizar por la pendiente de la comprensión, la justificación o la defensa de la causa terrorista, sería aborrecido y expulsado de nuestras filas. No podríamos tener la laxitud moral de otras organizaciones que son capaces de convivir con quienes, como Setién, pero no él solo, han llenado de vergüenza a tantos católicos y a tantos demócratas. No aspiro a que la Iglesia Católica pida perdón por consentirlo; solo deseo votar lo contrario de lo que aconseje esa Iglesia que exhibe personajes tan crueles como esos.

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