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Costa Ballena

Tengo que pagar los impuestos municipales en Rota, pero llevo varios días aplazando la visita porque no quiero cruzarme con nadie que crea que llego de una cochiquera. No puedo ducharme.

el 16 sep 2009 / 07:06 h.

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Tengo que pagar los impuestos municipales en Rota, pero llevo varios días aplazando la visita porque no quiero cruzarme con nadie que crea que llego de una cochiquera. No puedo ducharme. Cuando viene el agua no trae fuerza para salir por la alachofa, llenamos la bañera para que la niña pueda asearse cuando vuelve del curso de tenis del Ayuntamiento. El martes recibimos una sorpresa: diez minutos antes de que cogiera la raqueta, suspendieron el curso, que ya está pagado, porque necesitaban las pistas para una improvisada competición de adultos. La frustración de la niña no impide que siga siendo ella quien utiliza la bañera. Hace unos años la cortaron por contaminación, el pasado por avería y éste porque somos demasiadas personas generando riqueza en Rota. Pero medio funciona la recogida de basuras, que era otro serio problema.

El caso del tenis sería una anécdota si no hubiera condicionado las vacaciones: tocaba irse a Marbella a casa de la hermana que reside en Italia, pero reducimos los planes a un almuerzo partiendo el camino en Zahara de los Atunes, y cumpliremos sin ducharnos. Con la ineficacia del alcalde, la solución del problema del agua se frena en la esperanza, igual que otros añadidos: el carril bici parece un circuito de ciclo-cross con baches y obstáculos el pavimento del acerado está roto o levantado en partes importantes, el alumbrado del paseo paralelo a la playa falleció por desatención, la estación de autobuses sigue sin funcionar, y la lista es tan amplia que lleva a preguntarse ¿dónde está el dinero de nuestros impuestos? La recaudación debe superar la de cualquier ciudad entre quince y veinte mil ciudadanos, que también cuida sus jardines y, además, resuelven otras muchas necesidades vecinales. Sería injusto ignorar la construcción de una iglesia católica para que trescientas de las treinta mil personas oigan misa los fines de semana. Nada que oponer, salvaremos el espíritu, aunque para el cuerpo sólo tengamos el remedio de un vecino de la urbanización: morirse sin atención médica porque no existe un modesto ambulatorio ni dónde conseguir una benéfica aspirina.

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