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Cuando estudiar se hace cuesta arriba

Tablones de notas que no están en braille, facultades sin ascensores para ir de una clase a otra, cafeterías inaccesibles para una silla de ruedas... Y lo peor: la incomprensión de compañeros y profesores. Es el día a día de los 385 universitarios de la Hispalense y la Olavide con discapacidad.

el 15 sep 2009 / 09:10 h.

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Tablones de notas que no están en braille, facultades sin ascensores para ir de una clase a otra, cafeterías inaccesibles para una silla de ruedas... Y lo peor: la incomprensión de compañeros y profesores. Es el día a día de los 385 universitarios de la Hispalense y la Olavide con discapacidad.

Los defensores universitarios de la Hispalense y la Pablo de Olavide han entregado al Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo, un informe especial sobre la situación en la que estudian y trabajan los universitarios con algún tipo de discapacidad. Ambas defensorías concluyen que, ante la falta de planes o normativas específicas, el día a día de este colectivo depende del voluntarismo. Y no siempre lo hay entre la comunidad universitaria.

Antonio Durán Paza, estudiante de Psicología en la Hispalense, relata al Defensor Universitario, Ignacio Ugalde, que le era muy difícil seguir los casos prácticos que el profesor ponía en la pizarra. "Una vez advertido de mi imposibilidad, éste me insistía y me preguntaba el por qué no copiaba los ejercicios. Eso me hizo tomar la decisión de dejar la asignatura con la esperanza de que el próximo año me tocara un profesor más comprensivo".

Y si problemas hay con los profesores, los alumnos con discapacidad también se topan con compañeros que, en palabras de Jesús Rivero Capellán, de Ingeniería Informática, "se muestran enormemente reticentes a trabajar y prestarme ayuda". Lourdes Acosta, de Derecho en la Pablo de Olavide, es más dura aún y critica al Defensor universitario de su campus la actitud de sus compañeros de clase, algunos de los cuales le han llegado a preguntar "cómo hay personas con discapacidad que estudian en la Universidad".

Estas situaciones las sufren los estudiantes y, más aún, sus padres. Emma Giles Gordón, profesora de Psiquiatría, es madre de un deficiente visual severo y se queja al Defensor de la Hispalense de que "con demasiada frecuencia se deja en manos del profesor las iniciativas que permiten al alumno discapacitado desenvolverse en el ámbito universitario en igualdad de oportunidades. Con esta situación se cae en la arbitrariedad dependiendo de la sensibilización que cada profesor tenga (conozco casos en los que se ha mostrado reticente a que un alumno ciego entre en el aula con su perro guía)".

El Defensor de la Hispalense propone, por ello, un plan de accesibilidad -la Olavide ya lo tiene en marcha y presupuestado en 3 millones- y el desarrollo de una normativa que garantice que "el éxito o fracaso del alumno con discapacidad se debe única y exclusivamente a su propia capacidad intelectual compensando las barreras que de forma involuntaria impone el sistema educativo universitario".

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