Cultura

Cuarenta años sin Pastora y el genial cantaor Pepe Pinto

Cuatro décadas hace que se fueron don José y doña Pastora. Y parece que fue ayer. ¿No será que nunca se han ido? ¡Cómo se iban a ir estos dos genios!

el 03 dic 2009 / 20:20 h.

Los cantaores Tomás y Pastora Pavón, la Niña de los Peines, junto a Pepe Pinto.

Como todos los años, la Peña Torres Macarena organizó el pasado domingo la ofrenda floral a la Niña de los Peines en el aniversario de su fallecimiento. Es una tradición muy antigua, creemos que desde el tercer aniversario de la muerte de tan insigne artista.

Se solía hacer en su monumento de la Alameda de Hércules, pero después de lo que ha hecho con él el Ayuntamiento sevillano, colocándolo a la sombra del de Caracol y el torero Chicuelo, la peña sevillana tomó la decisión de encargar una réplica exacta del busto de Illanes y realizar esta ofrenda floral en el patio de su sede social.

A pesar de la lluvia se dieron cita muchos y buenos aficionados y, un año más, Pastora la de los Peines reunió a sus admiradores de siempre y a una gran cantidad de jóvenes que también han descubierto la grandeza de la cantaora de la Puerta Osario.

No deja de llamar la atención que la prestigiosa peña macarena haga todo esto en honor de la gran artista calé y que no haga lo mismo con su marido, el gran cantaor Pepe Pinto que, curiosamente, recibió su primer beso de luz a escasos 40 metros de donde está su local social. Concretamente, en el número 6 de la calle Monedero, paralela a Torrijiano, que es donde está esta ensolerada peña sevillana.

El gran Pepe Pinto aprobaría esta injusta indiferencia porque amaba tanto a Pastora, a la mujer y a la artista, que siempre se quedó en un segundo plano para que resaltara sólo La Niña.

José Torres Garzón, que así se llamaba el hijo de Carmen la Pinta, era un gran enamorado del cante gitano y dio la vida por su mujer y por el hermano de ésta, el gran Tomás Pavón, seguramente el cantaor más dotado de su tiempo y uno de los más grandes de la historia del flamenco.

Pepe Pinto debería estar más reconocido en Sevilla, como cantaor sevillano que es, pero no lo está. Su obra discográfica es inmensa y, aunque algo irregular, debería ser recuperada por alguna institución pública o privada de nuestra ciudad.

A lo mejor pesa en su contra el hecho de que fuera un cantaor tan comercial y que inventara los culebrones radiofónicos cuando, seguramente sin pretenderlo, grabó aquello de María Manuela, ¿me escuchas? y Noche Reyes.

Pero, además de estos temas recitados y de otros no menos célebres, don José Torres Garzón grabó una gran cantidad de buenos cantes, por derecho, que lo convirtieron en una figura grande del cante. Fue, por ejemplo, un gran malagueñero, y por soleá hizo cosas realmente para enmarcarlas.

No digamos la que lió con los tientos de La banderita, que hasta un gitano como Lebrijano lo emulaba.
Y si hablamos de su creatividad por fandangos, estilo en el que lo siguieron, entre otros, Caracol y el Carbonero, se acabarían las discusiones sobre si fue o no un buen cantaor el ruiseñor macareno al que llamaron el Caballero del Cante.

Cuatro décadas hace que se fueron don José y doña Pastora. Y parece que fue ayer. ¿No será que nunca se han ido? ¡Cómo se iban a ir estos dos genios!

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