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Danza Invisible: así sonaba la radio en los 80

el 26 mar 2010 / 18:43 h.

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El nuevo disco de Danza Invisible, banda señera del pop español con treinta años de carrera a sus espaldas, coincide con el nombre de la pizzería a la que solían acudir, allá por los primeros años 80, a comer algo después de los ensayos. En ese local descubrieron algunas canciones que forman parte ya para siempre de su memoria sentimental, algunos de los cuales son objeto de versión en este nuevo trabajo, que remite a nombres como Eddie Grant, Roque Narvaja, Anita Ward, Marshall Creenshaw, J.D. Souther, Grover Washington Jr. & Bill Withers, Hilario Camacho, Michael Jackson, Roy Orbison o Gato Pérez.

Según explica el cantante Javier Ojeda, “ya en el año 97 se nos ocurrió hacer un proyecto así, pero entonces no salió a delante por un -llamémosle así- exceso de democracia. Cada cual tenía sus ideas, y en el batiburrillo cabía una ranchera de los años 50 con un tema soul o una canción de la nueva ola. Al final sacamos un disco titulado En equilibrio porque tenía la mitad de versiones y la mitad de temas propios. Ahora hemos querido coger una línea estilística determinada”.

Tía Lucía es, pues, una mirada a sus comienzos, pero sobre todo una manera de fijar su memoria sentimental radiofónica. “En casa o en la furgoneta oíamos quizá otras cosas, pero allí descubríamos temas como los que hemos adaptado. Ahora vemos que, además de éxitos del momento, eran grandes canciones”.  

Un ejercicio de evocación más que justificado, considerando lo difícil que se ha puesto de un tiempo a esta parte oír música en los bares. “Al menos en Málaga, en los años 80 la música que se escuchaba en la radio era mucho mejor que la de ahora. Por ejemplo, no había una separación tan tajante entre lo alternativo y lo radical. No pienso que los grupos de  ahora sean inferiores a los de entonces, ojo, lo que digo es que la calidad se refugia en el underground”, agrega Ojeda, que ha compaginado en los últimos años su militancia en el grupo con un proyecto en solitario.   

En este grupo no hay prejuicios ni corsés, o eso se desprende de sus afirmaciones. “Como oyentes nos gusta todo tipo de música, desde la latina a la africana o la electrónica, pasando por el flamenco, el reggae o el soul, pero intentamos que no se reflejen del todo estas influencias, uno debe tener una escuela propia”, comenta el cantante. “Hace tiempo que aprendimos que uno acaba sabiendo hacer sólo los estilos que sabe desarrollar bien. Hay que ser fiel a lo que conoces, y trabajar desde ahí tu sello personal. De lo contrario, si buscas la moda, ten por seguro que llegarás tarde a todo”, añade.

Fundados al socaire de la movida madrileña, Danza Invisible se caracterizó siempre por hacer un pop fresco y ágil que con frecuencia tenía más mensaje del que se percibía a la primera escucha: “Queríamos hacer algo más que el clásico tema de amor, buscar un prisma distinto, una doble lectura, ya fuera deslizando un mensaje ecologista o, como en Sabor de amor, permitir que se escuchara una canción simplota y al mismo tiempo describir un acto sexual perverso”, afirma Ojeda, quien se muestra satisfecho por las versiones que otros han hecho de sus canciones, especialmente del Sin aliento de los sevillanos Maga.

Danza Invisible vuelven así a la carretera, si es que alguna vez se marcharon: “Vamos a seguir haciendo música hasta que económicamente sea rentable. Hasta ahora lo hemos conseguido, eso sí, haciendo piruetas”.

La pregunta ahora es: ¿firmaría el grupo por seguir otros 30 años al pie del cañón? Ojeda no lo duda: “El caso es que es una profesión que mola, en todo caso es más divertido que estar encerrado en una oficina. Creo además que los veteranos hemos vivido otros tiempos, que nos permiten resistir mejor todos los vaivenes. Sólo los grupos que empiezan desde abajo duran, y nosotros sabemos lo que es tocar ante 50 personas y ante diez mil”, apostilla. 

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