Cultura

De tragedias y resurrecciones

el 24 may 2010 / 19:44 h.

El caso Cid. Más allá del brutal percance de Julio Aparicio, el esperado festejo del pasado viernes en la feria de San Isidro abrió nuevos caminos de cara al devenir inmediato de esta extraña campaña que se prometía apasionante. Pero una cosa era el planteamiento invernal y otra, la realidad: muchos de los que apuntaban no han logrado acertar el tiro y siguen remando en la orilla mientras se van sucediendo los festejos y las ferias sin despejar un horizonte que sí se ensancha, por fin, para Manuel Jesús El Cid. Pero hay que volver al largo y espeso ciclo madrileño: la corrida del pasado viernes quedó en un inesperado mano a mano entre Morante –que dejó tres o cuatro diabluras con un lote sin posibilidades– y El Cid, que fiel a su fama en los sorteos se llevó los tres ejemplares con mejor fondo, sobreros incluidos. El diestro de Salteras, después de pasar muy de puntillas en sus compromisos isidriles anteriores, había llegado a ese festejo en sustitución de Manzanares, aún convaleciente de la operación de hernia discal que le ha apartado temporalmente de una larga contienda en la que se le sigue esperando con los brazos abiertos.

 b Reacciones. Con esos antecedentes, llamó la atención que la empresa Taurodelta acudiera al diestro de Salteras para cubrir el ancho hueco dejado por el alicantino, que en su primer compromiso había sido sustituído por el frágil, incapaz y compuesto linarense Curro Díaz que dejó ir una gran oportunidad después de cortar una oreja intrascendente en el inicio del ciclo, un trofeo que le avaló en esa sustitución. Pero llamó aún más la atención que El Cid recogiera el guante y aceptara el envite sin que nadie pudiera adivinar que los resultados posteriores acabaría dándole la razón. Hasta algún sector desconocido del talibanismo taurino madrileño llegó a orquestar un boicot a través de mensajes de móvil invitando al público a abandonar sus localidades en el turno de El Cid. Pura e increíble mala baba. La rastrera iniciativa, si es que había tenido algún eco efectivo, terminó de ser fulminada por el brutal percance de Aparicio, que daba un giro inesperado a una corrida que, a la postre, brindaría otros titulares más esperanzadores.  

b Y los resultados. Y aunque los titulares principales se los llevó esa tremenda imagen de Aparicio colgado del pitón como una res de matadero, en el argumento interno de la tarde, toro a toro, lance a lance, muletazo a muletazo, se fue forjando la recuperación del Cid. El de Salteras inició su particular viaje de las tinieblas a la luz desde una tremenda voltereta de la que salió milagrosamente ileso. El fuerte porrazo tuvo mucho que ver con las dudas iniciales del diestro sevillano que iría encontrándose a sí mismo hasta volver por su fueros en una faena, la del sexto, que se vivió como la vuelta del hijo pródigo. El Cid decidió quemar todos los cartuchos en Madrid. Y ha sido para bien. Enhorabuena y adelante. Ahora toca mantener ese nivel en todas partes.

b Consecuencias. Debemos felicitarnos con ese reencuentro. La feria de Sevilla y el campo yermo de San Isidro había dibujado un estrecho mapa del toreo dominado por El Juli, Manzanares y Morante, que se salió del pellejo en la mañana mágica del Pentecostés nimeño. Morante sacó una silla y la usó como trono. Trono del artista que ha condensado más valor y capacidad en la historia del toreo. En Nimes hubo otra buena noticia: Daniel Luque logró salir a hombros. Que no decaiga.

alvarordelmoral@hotmail.com

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