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Desigualdad

A mi entender, lo realmente significativo de la enfática proclama sarkozyana de "refundar el capitalismo" estuvo, no ya en la admisión expresa de que algo necesita corregirse en el sistema económico mundial, sino en el empleo mismo de un término como "capitalismo" casi desaparecido en el uso cotidiano en la medida en que la lógica social a que aludía parecía haberse vuelto irrecusable.

el 15 sep 2009 / 17:37 h.

A mi entender, lo realmente significativo de la enfática proclama sarkozyana de "refundar el capitalismo" estuvo, no ya en la admisión expresa de que algo necesita corregirse en el sistema económico mundial, sino en el empleo mismo de un término como "capitalismo" casi desaparecido en el uso cotidiano en la medida en que la lógica social a que aludía parecía haberse vuelto irrecusable. De hecho, el uso de esta noción ha acostumbrado a estar reservada precisamente a sus críticos. Los defensores del capitalismo prefieren, con mucho, referirse a sí mismos como "defensores del libre mercado".

Así pues, ha sido precisa la debacle del sistema financiero y su carísimo parcheado público para que aparezcan de súbito y a plena luz las graves carencias del sistema, y, consiguientemente, menudeen las voces apostando por echar el freno y la marcha atrás al giro ultraliberal iniciado a primeros de los ochenta impulsor del modelo de desregulaciones y privatizaciones a todo trapo.

Desde otra óptica, la misma OCDE venía la semana pasada a presentar, seguramente no por casualidad, un detallado e instructivo informe sobre desigualdad social y pobreza en sus países miembros durante los últimos 20 años (1985-2005) que supone otra dura acusación a la dinámica de la economía mundial durante ese periodo. Entre las tesis básicas del informe está "la extendida percepción de que el crecimiento económico no está siendo repartido de forma justa". O lo que las estadísticas (que no los estadistas) muestran con rotundidad: la desigualdad de las rentas empeoró en dos tercios de los países a lo largo del periodo estudiado (por cierto que España forma parte de los que sí redujeron la brecha entre pobres y ricos).

Por dar algunos datos, en media de la OCDE, la renta del 10% de los más ricos supera 8,9 veces la del 10% de los más pobres. No obstante, las diferencias son notabilísimas de un país a otro: en México los ricos tienen rentas 25 veces superiores a la de los pobres. Le siguen Turquía con un ratio de 17, EEUU por encima de 15 y Polonia con 13. Aquellos donde la brecha es más reducida son Dinamarca y Suecia (su ratio no llega a 5). España está ligeramente por encima (o por debajo, según quiera entenderse) de la media.

Estos diferenciales tan notables entre países asentados en los mismos principios del capitalismo muestran que, utilizando los mismos ingredientes, el sistema admite diferentes aplicaciones que dan lugar a resultados diferentes. Los países nórdicos son más igualitarios porque el Estado no ha renunciado a (ni se ha avergonzado de) su labor redistribuidora, que no sólo ha supuesto un igualamiento de rentas sino también de oportunidades a través de mejores servicios públicos.

El estudio no renuncia a hacer sangre, y se pregunta: ¿compensan las sociedades más desiguales este rasgo ofreciendo mayores oportunidades? Lo que es otra forma de preguntarse si existe el sueño americano. La evidencia empírica es tajante, dice que no: los países más desiguales son aquellos donde hay menor movilidad social (véase EEUU o Italia versus Dinamarca o Noruega).

El capitalismo o libre mercado se caracteriza por estar continuamente reinventándose para sobrevivir y legitimarse. Sus refundadores harían bien en no cegarse con el rescate bancario y cuidar con verdadera atención estos déficits persistentes de su funcionamiento.

Catedrático de Hacienda Pública. jsanchezm@uma.es

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