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El Alamillo

Cada parque tiene su propio sonido. El del Alamillo es el de la hojarasca crujiendo levemente. Y no por el viento, sino por los pequeños animales que prudentemente se ocultan al paso del caminante. El lugar más vivo de Sevilla lo invita a conocer y amar a sus inquilino.

el 24 jun 2010 / 21:31 h.

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Fue al inicio del último anillamiento, la semana pasada. El sonido del parque, hacia el amanecer, era ese sordo, casi gregoriano y reiterativo tableteo que los miembros de la Sociedad Española de Ornitología supieron reconocer de inmediato como la voz del chotacabras cuellirrojo. Hay personas llamadas Águila, Paloma o Cisne, pero Chotacabras Cuellirrojo es un nombre que nadie en su sano juicio querría tener, en especial durante su etapa escolar. Sin embargo, no tiene una pluma de tonta esta criatura, a cuyo lado ha pasado usted cientos de veces creyéndolo un trozo de corteza de árbol o un amasijo de maleza. Él sí se fijó en usted. Luego, cuando lo perdió de vista, extendió sus alas y emergió del suelo en un vuelo a saltos, casi pesaroso, como el de una atracción de feria que sube a trompicones. Es de ideas fijas, tiene vocación de espía, le encanta su propia circunspección y no le gustan las amistades vacías, si puede evitarlas. Y si esta forma de ser le parece notoria, tendría que ver la del jilguero, la del verderón, la del daliniano mirlo y hasta la de esa clase media del cielo llamada gorrión. Porque todos ellos, y cien especies más, comparten, cada cual con su personalidad marcadísima, este glorioso retal de suelo sevillano que se llama Parque del Alamillo porque Jardín del Edén ya estaba patentado.

La Sociedad Española de Ornitología tiene una especial predilección por él. Allí se pasan las horas anillando, observando, enseñando a los chiquillos a amar la naturaleza. Siempre fue un parque impresionante para ellos, igual que para los profanos en la materia faunística, pero desde su ampliación del año pasado aún lo es más: esas diez hectáreas (diez campos de fútbol) añadidas de zona botánica se han convertido en un atractivo adicional para los zoólogos porque los antiguos monolitos de la Expo 92 se reciclaron como refugios para reptiles, aves, roedores e insectos, y hoy son un lugar privilegiado para el estudio de los mismos.

"Los lagos. Los lagos del parque", afirmaba anoche el director del mismo, Adolfo Fernández. "Esos son buenos sitios para ver las aves en relación con el paisaje. Y todavía más el vivero, detrás del Cortijo del Alamillo. Ése es un lugar excepcional para contemplar aves, conejos, reptiles..." Es este señor el que insiste en el sonido más peculiar del inmenso recinto de más de 60 hectáreas que queda bajo su gobierno: "El crepitar de las hojas. A veces va uno caminando por allí y oye ese crujido unos cuantos pasos más allá, a un lado. Es un pájaro que se esconde en un arbusto, o un conejo que corre hacia su madriguera para quitarse de en medio. El visitante, al pasear, tal vez no acierta a descubrir de qué se trata y la mayoría de las veces ni siquiera es consciente de ese sonido para el que no anda atento. Pero, en su caminar, de algún modo intuye toda esa vida, toda la vida que inunda el parque, aunque no la vea."

Es hermoso, o debe serlo, un lugar donde la vida puede ser una intuición. Pero si además uno lleva tiempo, ganas y unos prismáticos, por ejemplo, puede ser que esas inefables sensaciones se acaben manifestando de forma maravillosa y sorprendente. He aquí lo que puede encontrar:

Rana común:

Los anfibios no están para muchas fiestas, porque no son los que más abundan en el Parque del Alamillo. No obstante, haylos: la rana común, el sapo corredor (lo más parecido a un seíta que ha hecho la naturaleza) y el de espuelas (10 centímetros).

Culebras:

Reptiles a porrillo, en este parque: culebra ciega, bastarda y de herradura, lagartijas y salamanquesas. Nada de lo que preocuparse.

Conejos y otros pequeños mamíferos:

El conejo es un clásico del Parque del Alamillo. El que se marcha de allí sin haber visto uno es como el que se va de Marruecos sin haber visto una chilaba. No es el único roedor que abunda por la zona, cuya condición campera la nutre debidamente de ratones, topillos y esas simpáticas criaturitas, sobre todo para los niños (para los niños que no la tocan, se entiende) que es el erizo. Y además, dos mamíferos voladores: el murciélago común y el hortelano.

Lagarto ocelado:

Grandote reptil, pero inofensivo, que gusta de los espacios abiertos y que suele alimentarse de insectos, pequeños vertebrados y frutos. Su tonalidad oscila entre el gris y el verde y alcanza los 70 centímetros incluida la cola.

Aves del parque:

Jilguero: Sin duda, una de las grandes estrellas del verano del Alamillo. Hay quien confunde su canto con el del canario, pero el del jilguero es más campero, más jondo por así decirlo; suena más a García Lorca.

Abubilla: Ya ha llegado al Parque del Alamillo, como buena veraneante que es. Una preciosidad de cresta anaranjada que hace inconfundible a su propietaria.

Martín pescador: Admire su cualidad para hacerse con los pececitos. Una diminuta maravilla voladora de vivísimos colores azules, turquesas, amarillos y naranjas. Espectacular, si consigue verlo (lo cual no siempre es fácil, pese a su llamativo plumaje).

Golondrina: Admire este becqueriano, grandote y esbelto pájaro, ahora que ha venido aquí a plantar también la sombrilla.

Gallineta: Ave acuática oscura, fácilmente reconocible por su pico como un zapato rojo de baile. Es bonito verla sobrevolar los lagos, con su vuelo a ras de agua. Eso sí, si pretende solazarse con dicha contemplación, no se ponga a gritar ni a decir cosas como ¡Mira, mira! o ¡Ahí, ahí está!, porque entonces este bichejo hará mutis por los cañaverales o por lo que pille más cerca y adiós muy buenas. Peligros, los justos: es su lema.

Verderón: Un verderón, entendido como ave, es, para quien no recuerde ahora su aspecto, algo así como un canario de bronce. La estatua de un canario. Es muy bueno imitando a otros pájaros en su canto.

Cormorán grande: Impresionante y aparatoso ejemplar. Como sus plumas no terminan de ser impermeables, este comedor de peces acaba su actividad tumbándose con las alas extendidas para que se le sequen. Es una pose muy curiosa y habitual.

Otros pájaros: Pico picapinos, gorrión, zarcero, mirlo, pájaro moscón, ruiseñor.

De utilidad:

El Parque del Alamillo ocupa la zona norte de la Isla de la Cartuja, hasta el meandro de San Jerónimo. Se accede por este barrio y por el Puente del Alamillo. Alrededor de 60 hectáreas que lo convierten en el mayor de toda la ciudad. Abierto de 7 a 24 horas. A partir de julio, se amplía el horario hasta las 2 de la madrugada.

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