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El alcaucil de Alcaucín

Hubo una vez un pueblo, en la antigua comarca de la Axarquía, en el que el alcalde gobernaba con poca instrucción y más mano izquierda para las hojas de papel, especialmente del Banco de Europa, que para la de los cuadernos Rubio. El alcalde tenía dos hijas...

el 15 sep 2009 / 23:25 h.

Hubo una vez un pueblo, en la antigua comarca de la Axarquía, en el que el alcalde gobernaba con poca instrucción y más mano izquierda para las hojas de papel, especialmente del Banco de Europa, que para la de los cuadernos Rubio. El alcalde tenía dos hijas a las que cada día les entregaba un billete de quinientos euros con el encargo de que compraran el pan y le trajesen el cambio. Al principio las hijas se miraron extrañadas, pero no podían por menos que atender a las peticiones de su padre, que era el alcalde también dentro de la casa, y que desde hacia ya demasiadas noches parecía no conciliar el sueño. Cada día, por la mañana, las hijas salían a comprar media docena de molletes de Antequera y le devolvían a su padre una cantidad ingente de billetes de todos los colores: verdes, amarillos, que dicen que también los hay, azules? Y después de desayunar salían a pasear por los bellos parajes de la comarca.

Mientras tanto, el padre, con gomillas de las de atar las cajas de pasas, reliaba los billetes y los convertía en un alcaucil pequeño, que guardaba con mucho mimo debajo del colchón de su cama. Cada noche, el alcalde axarco deshacía su cama para ver el alcaucil de billetes, y cada mañana, en la soledad de su casa, preparaba otro alcaucil. Al sentir de noche la presión de tantos alcauciles debajo del colchón, el alcalde fue colocando encima nuevos colchones, hasta que necesitó una escalera para poder acostarse, pero no podía conciliar el sueño porque sentía la dureza de los alcauciles.

Un buen día, con las ojeras acumuladas, llamaron a la puerta de su casa y bajó con dificultad de su cama. Fuera le esperaban dos alguaciles que le esposaron y se lo llevaron preso. En la celda en la que le encerraron tampoco pudo conciliar el sueño. El alcalde de Alcaucín/ perdió la alcaldía/ por culpa de unos alcauciles / porque le encontraron los alguaciles/ escondiendo bajo su cama el dinero que recibía./Sirva la moraleja/ de este alcalde socialista/ para que el camino emprendido por un tal Roca,/ de vergüenza poca,/ tenga su fin algún día/ y quede en historia vieja/ la de este alcalde gordinflón/ expulsado tras robar/ y guardar en un colchón/ alcauciles que él se hacía/ con pencas de dinero/ el muy ladrón.

Consultor de comunicación

isidro@cuberos.com

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