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El alquimista se llamaba Manzoni

Piero Manzoni ha sido el único alquimista de la historia. Sin engaño, logró transmutar en 1961 una materia tan despreciable como la mierda en oro puro. Se enfrentó al arte para derrotar sus abusos y acabó entronado por su insolencia. Sumido durante varios años...

el 15 sep 2009 / 23:37 h.

Piero Manzoni ha sido el único alquimista de la historia. Sin engaño, logró transmutar en 1961 una materia tan despreciable como la mierda en oro puro. Se enfrentó al arte para derrotar sus abusos y acabó entronado por su insolencia. Sumido durante varios años en una espiral de acciones y obras etéreas, acabó envasando sus propias defecaciones en una lata de treinta gramos que vendía por el precio equivalente de su peso en oro, igualando de este modo -gracias a las posibilidades omnímodas de la creación-, la materia más ruin con la más preciada. Al mutar el sentido real de un elemento despreciado y otro ansiado por un valor nuevo basado en la suposición, no sólo cuestionaba el vacío de las especulaciones mercantiles, sino que iba de lleno contra la reverenciada industrial comercial que generaban los objetos artísticos.

'Mierda de artista', rezaba en tres idiomas la etiqueta del bote, una lata donde lo realmente importante no era el contenido, sino el continente. Lo esencial no era lo que había dentro, sino la idea irreverente que representaba el envase. La cáscara por el fruto, pura esencia del arte de la post-modernidad. En una época convulsa, en unos tiempos revueltos donde los límites se estaban cuestionando constantemente, esta obra evidenciaba el sinsentido al que muchos estaban llevando el mercado del arte.

El gesto de Manzoni tiene muchas interpretaciones, la más anecdótica, quizás, es la que más ha perdurado. La esencia del artista que se rebela contra un negocio inflado, la lectura profunda del intelectual que cose un traje invisible para el emperador, ésa, se ha perdido entre bambalinas y sólo los interesados son capaces de reconocerla. Piero sólo quería patentizar la desfachatez de los mediadores, denunciar las posturas tontas de los nuevos ricos y el peligro de los negociantes sin escrúpulos. Y consiguió girar la tuerca hasta casi destrozar el tornillo.

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