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El Arenal se corona

el 16 sep 2009 / 01:08 h.

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I. Alonso

Antonio Cañete se levanta de su silla de ruedas asistido por su hija Ana María para ver pasar a La Piedad y, acto seguido, empieza a llorar. Y no lo hace por la saetera que canta desde uno de los balcones. Tras dos horas y media esperando en primera fila, ha encontrado la recompensa de ver a uno de sus cuatro hijos asomar tras el faldón del misterio empapado en sudor después de sacar el paso de la pequeña capilla del Baratillo. Minutos después, cuando se alejan los sones de la marcha Sol en tu cara, calle abajo, el hijo volvería para fundirse en un abrazo.

Hasta hace cinco años, Antonio se encargaba de colocarle la corona a la Virgen de la Caridad. Pero su salud -sufrió un infarto cerebral- le privó de ese privilegio. Su legado llega al resto de su familia: dos de sus hijos son costaleros y un tercero se encarga de la labor que ejercía su padre.

Ahora es su hijo quien corona a una Virgen que ayer salió por primera vez desde que se emitió el decreto de su coronación canónica, allá por el mes de enero. Sin embargo, más que pensar en este detalle, los nazarenos que formaban fuera de la capilla estaban pensando en que, con el sol que estaba pegando, sería muy difícil que se les quedara ese regusto amargo del Miércoles Santo de 2008, cuando no pudieron realizar la estación de penitencia por las temidas lluvias.

Tampoco incidía en ese detalle una mujer que, nada más ver que se alzaba el palio, cogía su teléfono móvil. "Estoy llamando a mi hija, que está de profesora en el Vall D'Arán, en Lleida, y le encanta la Semana Santa", explica María Fernández. Ella y su esposo, José González, vivían en la calle Galera, en el corazón del Arenal, pero se fueron a buscar un trabajo a Barcelona. "Llevo 46 años sin ver a El Baratillo", confiesa José. Sus ojos siguieron con semblante serio a la Virgen, hasta que ésta se perdió, con los sones de Esperanza Sublime, por la calle Pastor y Landero.

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