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El Bosque de María Luisa

Un itinerario mágico por las 130 especies que componen la arboleda del lugar más romántico de Sevilla.

el 21 nov 2011 / 20:45 h.

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Si una buena visita al Parque de María Luisa no es la sugerencia por antonomasia para los sevillanos, entrados ya en el otoño, ninguna otra podría serlo. Pero claro, hay muchas formas de sugerir. Una es la de siempre, la de los tópicos incombustibles y olé. Pero hay otras que sirven no solo para entrar en trance de romanticismo, que es lo que pega en estas fechas, sino también para descubrir aspectos insólitos que funcionen como una invocación a la fantasía y la imaginación, en estos aciagos tiempos tan faltitos de lo uno como de lo otro. Hoy, la propuesta es un paseo por los ejemplares más sobresalientes de esa arboleda mágica, por ese bosque mítico escondido en el parque urbano y repleto de propiedades medicinales, estampas bellísimas y leyendas increíbles.

Unas 130 especies distintas componen este itinerario que conviene recorrer con los cinco sentidos puestos en la tarea: el tacto de las cortezas, el sonido de las copas, bien por el viento o por sus pobladores, cuentan a veces más cosas del árbol que las enciclopedias. Ahí están todos los árboles de los druidas y de los hechiceros de las tribus americanas, hermosos troncos que parecen materializaciones de épocas ancestrales: almeces, castaños, robles, olmos, nogales, araucarias, chopos... También inmensos arbustos de porte colosal, y otros ejemplares de nombres tan imponentes como el árbol del amor, el de la bella sombra, el de las lianas, el ciprés de los pantanos... Toca seguir la senda marcada por los rótulos del propio parque. Queden aquí, a modo de aperitivo, unos cuantos ejemplos para que vaya abriendo boca.

Aladierno, patio del colegio de los pajarillos alegres

Creían los indios que este árbol es mágico. Tal vez por su aspecto cambiante (no hay dos iguales), tan diverso que sólo un especialista con mucho campo podría reconocerlo de un vistazo. Tenga o no que ver con ello, el aladierno ha pasado al álbum de los mitos como el árbol de la generosidad, capaz de convertir en alguien espléndido a quien se acerque. Así que ya sabe por dónde ir a pasear con ese amigo al que tenía previsto dar un sablazo o pedir un favor muy grande. Pero ojo, no le obligue a darle un mordisco al tronco si ve que los efectos deseados no llegan: dicen que la corteza es tóxica si no está seca. Sus hojas y ramas se toman como gargarismo contra las anginas. Sus frutos les encantan a los pajaritos, así que ponga el oído. Solo hay uno y está detrás del Museo de Artes y Costumbres Populares.

Higuera, hogar de los espíritus y de la mala pata

Quite, quite: eso de que la higuera trae mala suerte es una superstición bíblica (de una vez que Jesús le echó a una un rapapolvo de mucho cuidado) sin fundamento. Al reves: dicen los amantes de los misterios, con el aporte de pruebas que les caracteriza, que soñar con una higuera es promesa de abundancia. La higuera tiene una madera malísima (que seguro que es de donde le viene toda la monserga), pero también hay tradiciones que le atribuyen buenas cualidades: por ejemplo, que simboliza la sensibilidad, la meditación, la lealtad... y en un plano menos poético quizá, que su savia es buena para callos y verrugas. Su flor, rara de narices, es un amuleto de la buena suerte para quien quiera creerlo. Y por cierto: dicen que dentro de toda higuera hay un espíritu que gime. Vaya a pegar la oreja a la Isleta de los Patos.

El otoño echó raíces: Plátano de sombra

El plátano de sombra es Sevilla, el otoño y un coche de caballos, todo junto, hecho árbol. Vaya a verlos a la Avenida de Hernán Cortés. El historial mágico de esta hermosa criatura de tronco gris, azul y amarillo le atribuye un talento especial para invitar a la conversación, o sea, para que se coloquen a su amparo los enamorados y los enfadados, a resolver sus cuentas. Es uno de los árboles que representan lo eterno y todo cuanto se asocia a la longevidad, pues lo mismo alcanza los 300 años que incluso se pasa. Los más pillados por el mundo mítico sostienen que la persona que planta un plátano de sombra entra en contacto con su genio protector (el de él, no el del plátano), y lo dicen como si fuese algo bueno. Es bueno contra la disentería, el catarro, el reúma y los problemas intestinales. Y encima es precioso.

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