Cultura

El CAAC suma arte, música y solidaridad

Si la aspiración de cualquier espacio cultural público es sentirse como algo vivo, puede decirse que el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) vivió el sábado un sueño. El proyecto Cambiamos música por juguetes reunió a cientos de padres e hijos con la cultura y la solidaridad como reclamo.

el 14 sep 2009 / 21:33 h.

Si la aspiración de cualquier espacio cultural público es sentirse como algo vivo, puede decirse que el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) vivió el sábado un sueño. El proyecto Cambiamos música por juguetes reunió a cientos de padres e hijos con la cultura y la solidaridad como reclamo.

"Vengo a pasármelo bien, pero también por el chico", comentaba Javier, sevillano de 41 años, junto a su hijo Leo, de quien señala: "A él también le encanta la música, sobre todo Tom Waits". Es sólo un ejemplo del abundante público que se dio cita en la iniciativa Cambiamos música por juguetes, en la que bastaba "abonar" la entrada dejando un juguete nuevo -que irá destinado a las escuelas musicales de la Fundación Barenboim-Said en Palestina- para acceder al Monasterio de la Cartuja.

El CAAC siempre está ahí, pero parece que a menudo hacen falta pretextos como éste para que la gente se anime a tomar el camino de La Cartuja. Una tarde de temperatura excepcional y una completa batería de actividades lúdicas lograron que la atmósfera pacífica de estas instalaciones se dejara inundar por globos, voces y risas infantiles.

Por un lado, un acróbata hacía girar antorchas en el aire; por otro, un mago dejaba boquiabiertos a los pequeños; más allá, los padres fatigaban sus teléfonos móviles retratando a sus hijos subidos en un helicóptero "de los de verdad"; en una sala una monitora enseñaba a hacer dibujos animados a unos niños excitados, en otra los más tranquilos intercambiaban libros; desde el fondo llegaban los acordes de grupos como Tarik y la Fábrica de Colores, The Baltic Sea, At Swim to Birds o Soy un Caballo; y no faltaba quien, aprovechando la coyuntura, se llevaba en la retina, como quien no quiere la cosa, impresiones de la magnífica exposición de Mark Lewis que actualmente acoge el Centro.

En algunos lugares la concentración era tal que los empleados tenían que velar porque nadie se llevara ningún cuadro por delante. Algún amante del arte contemporáneo, visitante asiduo de estos pasillos y alucinado con la masiva asistencia, comentaba por lo bajinis que ojalá las piezas de exposición estuvieran siempre amenazadas por la concurrencia, y no por la indiferencia. Sobre las seis de la tarde, un par de horas después de abrir las puertas, eran más de un millar los sevillanos que preferían este plan a la asfixia de los centros comerciales.

"Esto es una prueba de que hay una ciudadanía sensible y dispuesta a traer a los hijos a vivir una experiencia que tiene que ver con la cultura, pero también con la solidaridad. Aún hay muchos que no saben que esto existe", manifestaba José Lebrero, director del CAAC, doblemente satisfecho teniendo en cuenta el poco tiempo que los organizadores han tenido para concretar el programa y difundirlo.

En cuanto a los juguetes aportados en concepto de entrada, había desde peluches, cochecitos y balones hasta los más sofisticados pasatiempos educativos. Nada bélico ni similares: en la tarde de ayer, la única guerra declarada -y ganada- era contra el aburrimiento y la insensibilidad.

  • 1